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Las dictaduras no caen porque hayan perdido votos, sino porque han recibido muchas patadas... y algo de plomo.
Hay un diputado masista que ahora está entregando una medalla a Nicolás Maduro, el dictador venezolano que no reconoce el resultado de las urnas.
Gran homenaje del masismo a alguien que, de frente, sin disimular, ha decidido negar que perdió en las elecciones. Ya quisieran los masistas hacerlo así, sin tapujos ni miramientos. Negar los votos y punto.
Aquí, el asunto es mucho más complicado. Consiste en armar un fraude, algo torpe, por el que los votos de algunos valen más que los votos de otros.
Son eufemísmos del fraude, quizá incluso innecesarios, para el criterio de un chavista.
Y luego contar los votos de unos muertos y de algunos fantasmas inventados por unos jóvenes delegados de Hugo Chávez que llegaron en 2009.
Muy complicado el método boliviano frente al venezolano. Allí, la cosa se hace de frente, inventando cifras y negando las verdaderas.
Es que en Venezuela el poder económico del narcotráfico es mucho más grande que el de Bolivia. Son torpezas proporcionales al poder del narcotráfico en cada país.
Si un kilo de cocaína cuesta en Chapare 2.000 dólares, en el Cártel de los Soles cuesta 30.000. Es directamente proporcional, como nos enseñan los profesores.
En vista de esa diferencia, similar a la división internacional del trabajo, los narcos bolivianos tienen que aguzar el ingenio, inventar 1.2 millones de votantes creados por una misión venezolana en 2009 y contar con una computadora en el TSE que sólo les obedece a ellos y que les garantiza el triunfo, según denunció Rosario Baptista.
A cambio de ello, los venezolanos tienen que darse plazos mayores para derrocar a sus dictadores. Al fin y al cabo, los venezolanos han tenido muchos más dictadores que los bolivianos, y dictadores de décadas enteras.
Casi todos los países sudamericanos tienen en sus currículas dictadores con mayor permanencia en el cargo que los de Bolivia. Banzer estuvo de dictador siete años. Y en Venezuela tuvieron uno que duró de 1906 a 1935 y se llamaba Juan Vicente Gómez.
En Bolivia no tenemos la costumbre de ser gobernados por dictadores. Es una cuestión de hábitos.
En Bolivia hemos demorado once meses en derrocar a un gobierno que decidió desconocer los resultados de unas elecciones, en 1951.
Por el momento, María Corina está demorando cinco meses, lo que quizá se explique porque aquí había un solo ejército para derrotar, mientras que ellos tienen que derrotar a dos ejércitos. E Incluso a tres.
Y el poder económico del narco, que en Bolivia no existía en 1952, existe ahora, y muy reforzado en Venezuela y en todo el tren de Aragua.
Lo cierto es que no es cosa de votos, ñato.
Siglo21bolivia.com