Martes 17 de septiembre 2024

Al debatir con Trump, las expresiones de Harris fueron un arma



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NY Times.- Ella lo miró con una ceja arqueada. Un suspiro calmado. Una mano en la barbilla. Una risa. Una mirada compasiva. Un movimiento de cabeza desdeñoso.

Desde los primeros momentos del debate contra Donald Trump, Kamala Harris explotó hábilmente la mayor debilidad de su oponente.

No se centró en su historial. Tampoco en sus políticas divisivas ni en sus múltiples declaraciones incendiarias.

En vez de eso, se enfocó en una parte mucho más básica de él: su ego.

En sus mítines, en sus serviles redes sociales y cuando está rodeado de aduladores en Mar-a-Lago, a Trump nadie lo cuestiona, nadie le discute, nadie se burla de él.

Eso cambió durante 90 minutos el martes en Filadelfia, cuando la mujer que nunca antes se había reunido con él logró, poco a poco, penetrar su seguridad y provocar su enfado y su ira.

Harris cuestionó la magnitud y la lealtad de las multitudes que acuden a sus mítines. Dijo que los líderes mundiales lo califican como “una desgracia”. Y afirmó que su fortuna había sido acumulada por su padre, mostrando a un magnate de los negocios que presume con orgullo de ser un hombre que se hizo a sí mismo como otro simple nepo baby.

Luego, sólo se quedó mirando mientras Trump se hacía mucho daño a sí mismo.

Respuesta tras respuesta, el expresidente les recordó a los estadounidenses su participación en varios incidentes que muchos preferirían olvidar: la mortal y devastadora pandemia, su negativa a aceptar los resultados de las elecciones de 2020, el sangriento asedio al Capitolio estadounidense y la anulación del fallo Roe contra Wade. Habló mucho sobre sus cargos penales y elogió a Viktor Orbán, el autoritario líder de Hungría. Defendió una afirmación falsa de que los inmigrantes en Ohio se están comiendo a los perros y gatos de sus vecinos y recicló ataques antiabortistas de hace años, asegurando que los demócratas apoyaban la “ejecución después del nacimiento”.

En un país tan dividido y polarizado, aún no está claro cuánto puede alterar la contienda presidencial este desigual debate. Pero la reacción inmediata fue reveladora: Trump se puso a la cabeza de los republicanos que atacaron a los moderadores —el debate fue de “tres contra uno”, se quejó—, mientras que los demócratas se anotaron el que quizás sea el respaldo más importante del ciclo electoral: el de Taylor Swift.

“Es tan fácil de provocar”, dijo Gavin Newsom, el gobernador de California y aliado de Harris, en la sala de prensa posterior al debate.

Desde su vertiginoso ascenso a la candidatura demócrata en julio, Harris se ha enfrentado a una contienda enfocada en su currículum, su historial y sus posturas cambiantes. Sin embargo, desde el momento en que atravesó el escenario para estrechar la mano de Trump, la candidata presidencial demócrata dejó clara su intención de transformar una noche que se esperaba que fuera sobre ella en una evaluación de él.

Hizo gala de una compostura y una contención táctica que fueron palpables a través de la pantalla de televisión. Igual de palpable fue la furia de él, que a veces parecía incapaz de siquiera mirar a su oponente.

“Es marxista, todo el mundo sabe que es marxista”, dijo Trump cuando Harris lo acusó de adular a China durante la pandemia de coronavirus. “Su padre es un profesor de economía marxista, y le enseñó bien”.

Harris lo miró con una sonrisa condescendiente, inclinándose de manera histriónica para escucharlo mejor. Quizá él sea la exestrella de telerrealidad, pero ella entendía claramente el poder del medio. Refutaba con su mera expresión. Y cuando le llegó el turno de hablar, no se enfocó en rebatir los ataques a su carácter e ideología, sino en el tema, mucho más potente políticamente, del derecho al aborto.

Harris arremetió contra Trump diciendo que el expresidente prohibiría el aborto en todo el país y vigilaría los embarazos de las mujeres para asegurarse de que llegan a término. Ya existen restricciones en algunos estados, explicó a los espectadores, que no hacen excepciones para las víctimas de violación o incesto.

“Eso es inmoral, y uno no tiene que darle la espalda a su fe o sus creencias más arraigadas para estar de acuerdo con que el gobierno y Donald Trump definitivamente no deberían decirle a una mujer lo que debe hacer con su cuerpo”, dijo.

En vez de atacar a Trump diciendo que es una amenaza existencial para la democracia, como tantas veces hizo el presidente Joe Biden, Harris invitó a los votantes a juzgar al expresidente por sí mismos. Les instó a asistir a uno de sus actos de campaña, escuchar sus referencias a “personajes ficticios como Hannibal Lecter” y sus afirmaciones de que “los molinos de viento causan cáncer”, y ver cómo sus seguidores se marchaban antes de que termina de hablar.

“De lo único que no lo escucharán hablar es de ustedes”, dijo a la cámara. “No lo escucharán hablar de sus necesidades, sus sueños y sus deseos, y les diré una cosa: creo que se merecen un presidente que realmente los ponga en primer lugar, y les prometo que yo lo haré”.

Trump respondió de inmediato, pero no para rebatir las críticas de que no estaba en sintonía con las necesidades de los votantes. En lugar de eso, defendió a sus multitudes.

“La gente no se va de mis mítines”, dijo Trump. “Tenemos los mítines más grandes, los mítines más increíbles en la historia de la política”.

Al final del debate, Harris convirtió uno de los peores momentos de la presidencia de Biden —la retirada de Estados Unidos de Afganistán— en un ataque contra Trump, diciendo que él “negoció uno de los acuerdos más débiles que se puedan imaginar” con los talibanes, e invitó a sus líderes a Camp David.

Incluso los aliados de Trump admitieron a regañadientes que la estrategia de Harris para desestabilizar a Trump fue eficaz.

“Se pasó 90 minutos atacando a Donald Trump, tratando de irritarlo, de hacer todo lo posible para alejarse de su historial como vicepresidenta de Estados Unidos”, dijo el representante por Florida Byron Donalds. “Él se defendió como lo haría cualquier ser humano”.

En las últimas semanas, a medida que el entusiasmo en torno a la candidatura de Harris se ha moderado, las preguntas sobre sus posturas y planes políticos han ido en aumento. Muy pocas de esas dudas fueron respondidas el martes por la noche.

Aparte de la inmigración, Trump no la atacó eficazmente por el alto costo de vida. Sus intentos de presentarla como alguien inconstante en referencia a temas clave como la política energética y como demasiado liberal para los votantes en los estados de tendencia electoral incierta no llegaron muy lejos ante su empeño por revivir viejos agravios.

En cambio, Harris aprovechó la oportunidad para apelar explícitamente a los votantes moderados y a los republicanos anti-Trump, quienes ayudaron a llevar a Biden a la Casa Blanca en 2020. Es un grupo que Harris ha luchado por ganarse por el mismo margen, y que podría volver a tener un papel decisivo en noviembre.

Mientras los gobernadores, senadores, activistas y comentaristas políticos analizaban su actuación en la sala de prensa posterior al debate, un invitado sorpresa apareció de repente y fue acosado por más de 100 periodistas.

Se trataba de Donald Trump. Los candidatos presidenciales rara vez —por no decir nunca— analizan su propio desempeño en los minutos posteriores a la salida del escenario. Pero Trump no podía desaprovechar la oportunidad.

“Ha sido”, dijo, “el mejor debate de mi vida”.


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