Martes 19 de noviembre 2024

La tibieza social incentiva la corrupción



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Nosotros, los seres humanos, muchas veces de forma totalmente disparatada e incongruente pretendemos que existan transformaciones profundas en nuestros países haciendo exactamente lo mismo por los siglos de los siglos, sin que eso ocurra; y, esto se debe porque toda transformación amerita necesariamente cambios vitales de conductas y comportamientos.

Estamos, por ejemplo, acostumbrados al camino fácil, al no sacrifico, traducido en pensar que las cosas la tienen que resolver el otro; y, en consecuencia, delegan asuntos tan importantes como la salud, las libertades, la propiedad privada, la economía, entre otros temas relevantes de la existencia humana a quienes se consideran o se autodenominan como políticos (siendo que, existen a quienes solo se los podrían denominar como politiqueros oportunistas, mentirosos y/o corruptos).

Todo el quehacer humano debería ser visto y analizado con mentalidad interdisciplinaria en la búsqueda de mejores resultados. Ni siquiera el tema “administración de justicia” es monopolio o exclusividad únicamente de abogados.

Adviértase que si en un país de manera extraordinaria se potencia a un órgano político como lo es un Ministerio de Justicia, otorgándosele atribuciones contrarias a su diseño constitucional y que no son de su competencia (art. 175 de la Constitución boliviana), como el ser parte procesal en los procesos judiciales por supuestos delitos de corrupción a través de la querella institucional (art. 5 de la Ley 1390), constituye una muestra clara de un país colmando de persecuciones judiciales, judicialización de la política (lawfare), afectando y desnaturalizando la independencia de los demás órganos del Estado, al extremo que ya todo desea ser resuelto por la vía agresiva de los juicios, es decir, una mezcla político judicial en la toma de decisiones que afectan a la libertad y a la propiedad privada de las personas.

Si la gente promedio considera que los conflictos del país se resolverán simplemente con abogados, con retórica, discursos o arengas, estamos muy equivocados; del mismo modo, para aquellos cándidos que tienen por creencia de que la corrupción se debe a una determinada profesión o actividad humana.

En aquellos países donde existe un estado generalizado de corrupción y mediocridad, es el resultado de una sociedad que de alguna u otra forma es condescendiente con la proliferación de la corrupción, el contrabando, la legitimación de ganancias ilícitas, entre otras más modalidades informales delincuenciales, llegando incluso al descaro de afirmar que, no interesa la ética: “al final hay dinero y eso es lo que importa” sin preocuparse si la circulación y obtención de dicho dinero sucio provocará sufrimiento a su pueblo, si están enviciando a una colectividad, si destruyen la vida de los demás o si generan una sociedad con altos grados de violencia, delincuencia y corrupción desvergonzada.

No olvidemos que el abuso de poder es una manifestación de la corrupción, y aquellos países con gobiernos corruptos son la causa de la caída y el sufrimiento de sus pueblos, pues desean verlos a todos ellos: ignorantes, desinformados y manipulables, para que sean más dóciles a sus designios, por ejemplo, a la hora de votar, la gente pensará por su grupo al que pertenece, de allí que existen quienes intentan inducirlo a eso, con frases como: “necesitamos líderes que no piensen en él sino en nuestra comunidad”, apareciendo nuevamente los lobos vestidos de ovejas (reiterando aquella exigencia de entrega de los temas cruciales en manos de los sátrapas), tal como señala el psicólogo social, Jonathan David Haidt, en su libro “La mente de los justos. Por qué la política y la religión dividen a la gente sensata” (2012).

Inclusive aquellos sondeos vía Internet en época de campaña política, recordemos que Haidt menciona que “las personas en internet no son honestas sobre lo que les gusta o sobre lo que apoyan”. “Todos estamos involucrados en un juego salvaje de gestión y destrucción de reputaciones. Y esto tiene efectos terribles en nuestra capacidad de aprender y crecer a partir de conversaciones”, por ende, la gente no debería dejarse mangonear, máxime si existen intenciones de direccionar todo hacia un fraude electoral, siendo, por lo tanto, de vital importancia, contar con un padrón electoral debidamente depurado y que el árbitro (órgano electoral) sea cambiando por gente que realmente goce de credibilidad.

Recordemos que la avaricia y la angurria por los recursos económicos, de forma pronta, conlleva a la corrupción (donde siempre aparece alguien que corrompe y alguien que acepta ser corrompido) transitando por el sendero de los atajos, la informalidad, el delito, socavando la institucionalidad y el erario público (que en líneas generales son los recursos de los contribuyentes), por ende, la esencia de este problema es también económica y con mayor razón es menester examinarlo desde la perspectiva de las ciencias económicas.

En esa búsqueda de disminuir o mitigar este mal (corrupción) se debería incrementar los espacios de libertad económica, reduciendo el populismo, la demagogia, el redistribucionismo, el resentimiento cultural y la retórica clasista, saber más sobre historia económica y geopolítica de los negocios siendo menester eliminar aquella absurda conciencia de que el Estado está ahí para sacar a las personas adelante en lugar de ellas salir adelante con su propio esfuerzo.

Aquella supeditación casi absoluta de la persona con el Estado puede deberse a múltiples factores, entre ellas, porque existe gente que desea satisfacer todos sus deseos en el menor tiempo posible; y, para ello, aducen que efectuarlo de forma personal, haciendo el bien, jamás podrán lograrlo; por lo tanto, no desean pasar por el camino duro, del esfuerzo por obtener conocimientos de calidad, dominio propio, el arte de la excelencia, las habilidades, etc.; y, en consecuencia, se instaura una economía de la corrupción con alta dependencia, abuso de la deuda pública, del gasto público y el agigantamiento estatal (donde los cargos públicos de cualquier órgano estatal, para algunos, son el único medio idóneo para la acumulación de fortunas) sumado al vulgar utilitarismo maquiavélico y el dejarse usar a cambio de favores, prerrogativas y concesiones, para lo cual se desvive por estar bien con todos los que tengan demasiado dinero y hagan alarde de ello, bajo la idea de que el dinero llama al dinero, aunque éstos adinerados resulten ser corruptos, narcotraficantes, contrabandistas, beneficiaros de corrupción o lavadores de dinero, criminales, como mecanismo acelerado para el enriquecimiento, obtener un supuesto prestigio por el dinero que ostenta y saciar todos sus apetitos.

Y es así que habrá quienes prefieren el sendero de la coima, la mentira, el engaño, la viveza criolla, la evasión, la corrupción, la no regulación, los negocios de fachada, el lavado de dinero, el pago de los porcentajes para adjudicación de obras, contratos o servicios, el favoritismo, el amiguismo, la subvención, el lobby con políticos corruptos de turno para conseguir privilegios, mercantilismo, competencia desleal impune, hacerse de mercados cautivos, entre otras concesiones más.

Todo ello, como si se tratase de la fórmula del éxito cuando en realidad su cimiento, es simple y llanamente, la ilicitud, es decir, convertirse en un delincuente más (aparentando que es un genio de los negocios y que pertenece a lo exclusivo); y, no apostar con total sinceridad por los valores y principios éticos morales.

Cuando en una sociedad existe tibieza y permisibilidad a favor de la corrupción y la delincuencia organizada (mafias del contrabando, del narcotráfico, etc.), el saldo obviamente será un país colmado de corrupción, delincuencia y violencia. Aquella tibieza social, lamentablemente surge o es incentivado por el propio individuo, sea cual fuese su profesión, labor u ocupación.

De allí que, si realmente deseamos una verdadera mejoría en lo social, político, judicial, económico, etc., se requiere necesariamente de un enfoque mental interdisciplinario y estratégico, teniendo presente que para lograr lo bueno es recorriendo el camino de principios que forjan el carácter, tener paciencia, procurando ser auténticamente íntegros de manera individual, mediante el trabajo de hormiga, hogar por hogar. Cada uno, enseñando con el ejemplo, ocupándose auténticamente y sin tibieza ni hipocresía de su metro cuadrado sin esperar ilusamente que sea otro quien deba resolver todos los problemas de su existencia, conocer, defender sus derechos y libertades individuales.

Menos estatismo, politiquerías, pereza, falsas creencias y necedad; y, más compromiso con la ética, más gestión pública de calidad al igual que gestión empresarial con transparencia, libertad, integridad, respeto a la propiedad privada y unidad, donde se incentive la producción nacional y la exportación, como bloque latinoamericano, siendo capaces de crear la "marca calidad latinoamericana".

Finalmente, no nos olvidemos que los gobernantes y las autoridades son un producto de la sociedad, aunque ello, obviamente no los excluye de su corresponsabilidad permisiva o activa. Por eso y con mayor razón, cada individuo debe preocuparse por mejorar fidedignamente de sí mismos tratando a su vez de ser una influencia positiva a su propio entorno. Si nada de eso, se desea hacer, aquellas reformas que los políticos pregonan, serán simples palabras, etiquetas o retoques de fachada, para estar igual o peor que antes.