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De una guerra civil, su claro y prometedor discurso en esta oportunidad certificó que no habría cambios radicales y, por qué no decirlo, una sincera afirmación de continuar con las exitosas políticas del Partido Nacional emprendidas por su antecesor, el presidente saliente, Luis Lacalle Pou.
Uruguay se ha caracterizado por tener una economía estable en comparación con otros países de la región. Esto incluye, una inflación relativamente controlada, un bajo riesgo país y un vigoroso sistema. Por una exigua diferencia de 3 puntos, el candidato izquierdista, Yamandú Orsi logró la victoria en las elecciones presidenciales de Uruguay, sobre su contendor derechista, Álvaro Delgado, en una segunda vuelta electoral calificada como muy ajustada, debido al virtual empate que daban casi todas las encuestas.
Si bien es cierto que el candidato triunfador viene apadrinado por una izquierda de terror y anarquía, donde campeaban los famosos tupamaros, que llevaron a ese gran país al borde financiero, atributos que obtuvo en las últimas décadas, gracias a la diversificación de sus exportaciones con ganadería y productos agrícolas, tales como la soja; su liderazgo en servicios, como el turismo y la tecnología; y la estabilidad política y jurídica, como clave para atraer inversiones extranjeras.
De ahí que es importante señalar que, en las actuales circunstancias, en caso de que ese gran país sudamericano efectúe un cambio de su mencionada política económica, no olvide que, tanto en la Argentina, como en Norteamérica, el enfoque económico político del sistema izquierdista; socialista; progresista; pachamamista o simplemente populista, como el que rige en Venezuela, Cuba, Nicaragua, o en la misma Bolivia, será diametralmente distinto.
Uruguay, con 3,4 millones de habitantes, mantiene tradicionalmente un déficit fiscal moderado, pese a que en años recientes tuvo que enfrentar fuertes desafíos para reducirlo, sin la necesidad de echar mano al recorte de gastos sociales. Para dicho fin se tuvo que implementar reformas impositivas dirigidas a mejorar la recaudación y lograr un mayor equilibrio fiscal. No obstante, el peso de la carga tributaria sigue siendo un tema de continua discusión.
Actualmente, a objeto de mejorar la eficiencia del gasto público, se han reforzado las decisiones que incluyen el mejoramiento y el fomento a la innovación en sectores estratégicos, manteniendo el equilibrio entre crecimiento económico y sostenibilidad ambiental. Asimismo, como una tarea ineludible para el nuevo gobierno, se deberá buscar el fortalecimiento de las relaciones comerciales con socios clave, para diversificar los mercados de exportación. En síntesis, la gestión económica de Uruguay refleja una combinación de prudencia fiscal, políticas sociales ambiciosas y desafíos estructurales que requieren atención continua.
A modo de comparación con lo ocurrido en Bolivia el año 2006, tras la victoria masista, por más del 52% de la preferencia electoral, nuestra esperanza fue contar con un presidente indígena que, desterrando los vicios y actitudes del pasado, inicie en Bolivia un gobierno de inclusión y unidad. Un nuevo Nelson Mandela que llegue al solio presidencial para construir una nueva Bolivia; que luche contra el racismo, no contra la raza; destierre el apartheid, no al blanco. Sin embargo, pronto nuestras ilusiones se vieron defraudadas, desde el instante mismo en que Hugo Chávez Frías presidió el primer gabinete ministerial, hasta cuando realizó su “Aló presidente desde Tiawanaku”. Ojalá que en el Uruguay no ocurra lo mismo, distrayendo al pueblo con aquellos dos millones de dólares que ofrecieron por la peta de Pepe Mujica, una señal inequívoca de que el Uruguay se estaría yendo a la Izquierda.