Domingo 04 de mayo 2025

La Generación Z es la que más está cayendo en la desinformación, a pesar de ser nativos digitales



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Infobae.- Quienes crecieron en el entorno digital deberían estar más preparados para navegar en internet y saber diferenciar entre la información real y la que no, algo que no es así, según un estudio publicado en la revista científica Personality and Individual Differences, que demostró que la generación Z, nacida entre 1997 y 2012, se muestra como el grupo más vulnerable a la desinformación, a pesar de ser considerada nativa digital.

Una crisis que generó inquietudes entre los investigadores, ya que pone en evidencia una situación en la que a todo un grupo etario le están mintiendo con facilidad y ellos no están filtrando la información como debería ser.

El estudio fue elaborado por investigadores de las universidades de Cambridge, British Columbia, Oxford y King’s College London, y ha puesto en números una intuición que muchos ya observaban. Para lograrlo, evaluaron a más de 66.000 personas de 24 países a través de un test psicométrico validado, diseñado específicamente para medir la capacidad de distinguir entre noticias falsas y verdaderas.

La generación Z obtuvo los puntajes más bajos en este test, por debajo de generaciones mayores como los Millennials, la generación X e incluso los Baby Boomers. Pero el hallazgo va más allá, porque esta generación “percibe con notable precisión su limitada capacidad para distinguir entre noticias verdaderas y falsas”, una autopercepción que contrasta con el exceso de confianza observado en otros grupos sociales, como los conservadores extremos.

Los investigadores no se limitaron a constatar diferencias estadísticas. También ofrecieron posibles explicaciones a este fenómeno. Una de las más relevantes apunta a la saturación informativa que define los entornos digitales habitados por la generación Z. Plataformas como TikTok, Instagram y YouTube premian la viralidad, no la veracidad.

“Las redes sociales no están pensadas para informar en un sentido tradicional, sino para emocionar”, afirman los autores. Esta lógica, en la que se valoran más las historias impactantes que los hechos verificables, deja a los usuarios jóvenes en una situación especialmente riesgosa: cuanto más tiempo pasan expuestos a contenidos que buscan impresionar y movilizar emocionalmente, más probable es que internalicen esos mensajes sin un filtro crítico adecuado.

Una particularidad del estudio fue la inclusión de una autoevaluación: cada participante debía calificar su propia habilidad para detectar noticias falsas en una escala de uno a cinco. Aunque la mayoría de los encuestados que se consideraron hábiles efectivamente obtuvieron mejores resultados en el test, la correspondencia entre percepción y desempeño varió mucho entre grupos.

En este punto, la generación Z se mostró como la más precisa a la hora de valorar sus propias limitaciones, mientras que los participantes con orientación política conservadora tendieron a sobreestimar su capacidad.

Las mujeres, en cambio, mostraron una mayor correlación entre su autopercepción y el rendimiento efectivo, algo que los autores interpretan como una mayor conciencia metacognitiva respecto de sus capacidades. En cambio, quienes se identificaron como hombres, y especialmente como conservadores extremos, presentaron mayores discrepancias entre lo que creían poder hacer y lo que efectivamente hicieron en el test.

Más allá de la edad, el estudio evidenció otros factores asociados a una mayor susceptibilidad a la desinformación. Las personas con menor nivel educativo fueron más propensas a confundirse entre noticias verdaderas y falsas. El efecto educativo fue acumulativo: quienes tenían títulos universitarios obtuvieron mejores puntuaciones que quienes solo completaron la educación secundaria, y los poseedores de títulos de posgrado mostraron el mejor desempeño.

El componente ideológico también fue significativo. En una escala de orientación política que iba de “extremadamente liberal” a “extremadamente conservador”, los resultados mostraron una caída progresiva en la capacidad de discernimiento a medida que se avanzaba hacia la derecha del espectro. Los participantes extremadamente conservadores fueron quienes peor rindieron en el MIST, con una diferencia de más de un punto en promedio respecto de los extremadamente liberales.

Los autores advierten que el estudio tiene una limitación clave: aunque se recogieron datos de 24 países, el test MIST solo estuvo disponible en inglés, lo cual sesga la muestra hacia hablantes anglófonos o personas con alto dominio del idioma. Por ese motivo, proponen una próxima etapa de trabajo en la que el test se traduzca y se valide en múltiples lenguas para ampliar su alcance y representatividad cultural.


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