- 2010-09-12
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Una de las características más importantes que tuvo la economía nacional en 2009, fue que a partir de abril, la política monetaria del Banco Central de Bolivia (BCB) pasó de ser una de tipo contractiva a una de tipo expansiva, es decir, de reducir a aumentar la cantidad de dinero en la economía para provocar cierto nivel de inflación.
Esta política ha derivado una nueva preocupación en los economistas respecto de la supuesta paradoja que se presenta entre el existente exceso de liquidez y la falta de inversión, pues sucede que las políticas del BCB mencionadas anteriormente no están provocando el efecto de mayor ahorro e inversión que se busca en el público.
Para los economistas que siguen la corriente keynesiana y el mismo BCB, este fenómeno podría ser explicado mediante el uso del término “trampa de liquidez”: una situación en la que los tipos de interés poseen un tasa tan baja que ya no pueden descender más. En este punto, creían Keynes y Hicks, la política monetaria deja de funcionar cuando los inversores prefieren mantener el dinero ocioso en efectivo porque nadie esperaría que el precio de los títulos vaya a aumentar más aún.
Para otros economistas, sin embargo, la trampa de liquidez en realidad tiene relación con el atesoramiento y el ahorro. Si bien el atesoramiento tiene mala fama entre los economistas tradicionales, en realidad es algo muy bueno. Normalmente, la gente no retiene recursos irracionalmente o sin razón alguna, lo hace como una manera de protegerse de situaciones que considera peligrosas como la inflación, depresión, guerra, o cualquier otra calamidad que provoque que la gente quiera atesorar.
Valga recordar que la economía nacional experimentaba una clara etapa de auge, pero al desatarse la desestabilización de la economía mundial a partir del segundo semestre de 2008, inició un proceso deflacionario que permitió identificar proyectos sin demanda, favoreció a los consumidores, sobre todo a los pensionistas y acreedores, y contribuyó a la recuperación de aquellos sectores en donde se realizó malas inversiones, donde se emprendieron negocios mal capitalizados y donde se operaba en forma demasiado arriesgada. Se encontraba en una etapa de catarsis y el atesoramiento era parte de la misma.
Ahora bien, lamentablemente, las autoridades de corriente keynesiana del BCB, presuponiendo que ante esta situación de atesoramiento y no inversión, la economía debe ser estimulada bajando los tipos de interés en forma arbitraria, provocando en realidad un proceso totalmente adverso de inflación, pérdida de reservas y, probablemente, un déficit de la balanza comercial también.
Pero el gran temor viene de la formación de un típico círculo vicioso al que esta corriente jamás ha podido responder: Al ver que esta política de expansión arbitraria no está generando los efectos que busca, el BCB podría iniciar una etapa de estímulo y auge aparente mucho más agresiva, reduciendo aún más los tipos de interés y haciendo que el crédito esté disponible también para aquellos quienes tienen pocas o ninguna garantía de repago, provocando que más tarde se genere una recesión acompañada de inflación, o una depresión de igual magnitud a la del auge previo, dependiendo de la terquedad de la tradición keynesiana.
Si simplemente se siguiera con el proceso natural del mercado al liquidar deudas y empresas en quiebra, se permitiría el descenso de los precios al desaparecer la inflación monetaria, por tanto, no habría necesidad de impulsar el empleo, ni de subsidiar el desempleo, ni de desalentar el atesoramiento, y se tendría como resultado final la recuperación más rápida posible con el mínimo dolor económico. Esa es una política monetaria que no solamente opera, sino que opera con impacto positivo para el ahorro y la inversión.