Martes 24 de septiembre 2024

Solo tenía 5 seguidores en YouTube, pero murió en una celda rusa por protestar contra la guerra



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NY Times.- De adolescente, Pavel Kushnir logró una codiciada plaza en el Conservatorio Chaikovski de Moscú, que tiene el programa de formación de pianistas más prestigioso de Rusia. Sus compañeros de clase lo recuerdan como un introvertido tímido y extravagante que no solo dominaba la música clásica, sino también el cine, la literatura y la pintura.

Hizo carrera tocando en orquestas provinciales, mientras escribía deslumbrantes novelas de vanguardia, la mayoría inéditas.

Aunque durante mucho tiempo fue un gran crítico del presidente Vladimir Putin, Kushnir se dedicó al activismo político con mayor ahínco después de que Rusia invadiera Ucrania en 2022. Difundió panfletos condenando la guerra mientras se esforzaba por soportar huelgas de hambre cada vez más largas y duras. Cuatro quejas contra la guerra, difusas y poco efusivas, que publicó en su canal de YouTube, que solo tenía cinco suscriptores, ocasionaron que terminara en una oscura y ruinosa cárcel de la calle Karl Marx de Birobidzhan, la remota capital de la provincia siberiana donde vivía.

Ahora, a los 40 años, está muerto.

Kushnir es uno de los más de 1000 rusos que, según los activistas de derechos humanos, han sido encarcelados por el sistema estatal diseñado para silenciar las críticas a la guerra. Algunos políticos o artistas conocidos sometidos a juicio atraen una atención significativa. Pero muchos prisioneros permanecen en la oscuridad, y los activistas se esfuerzan por seguirles la pista.

Kushnir fue uno de a los que se les perdió la pista, y su solitaria muerte en el remoto Lejano Oriente de Rusia ha provocado un extenso examen de conciencia entre destacados activistas políticos rusos y críticos de la guerra. ¿Por qué, se preguntan, tuvo que morir un artista talentoso profundamente comprometido con la protesta para convertirse en un icono antibélico?

“No podíamos reunir dinero para enviarle un abogado, simplemente no lo sabíamos”, escribió Svetlana Kaverzina, una política local de la oposición, en una publicación de la aplicación Telegram. “No le escribimos cartas de apoyo, no lo sabíamos. No lo disuadimos de sacrificarse, no lo sabíamos. Estaba solo. Al menos digamos simbólicamente tras su muerte: ‘Perdónanos y descansa en paz’”.

Incluso la divulgación de su muerte fue casi accidental.

Olga Romanova, directora de Russia Behind Bars, una organización no gubernamental que defiende los derechos de los presos, recibe cartas de convictos a diario. Por eso no le pareció raro que un grupo de compañeros de celda de la Región Autónoma Judía —creada por Stalin en 1934 como patria agraria para la comunidad judía— mencionara de pasada que había muerto un músico entre ellos.

“Estamos de luto”, escribieron los presos. El 27 de julio, Kushnir, que había sido acusado de “justificación del terrorismo”, sucumbió a una huelga de hambre durante la detención preventiva, dijeron.

Entonces, una de sus amigas pianistas, Olga Shkrygunova, se puso en contacto con Romanova y juntas escribieron una sombría descripción de su fallecimiento para una publicación en internet. El artículo hizo que algunas personas localizaran cartas de Kushnir, quien había tratado, sin éxito, de obtener el apoyo de destacados rusos para sus huelgas de hambre contra la guerra. Su muerte impulsó un nuevo reconocimiento de su talento artístico.

Dmitry Volchek, un editor de literatura de vanguardia que había ignorado las peticiones de traducción de Kushnir, elogió Russian Cut, una novela que Kushnir había publicado de manera privada en Alemania. El autor utilizó la llegada de un cerdo gigante, depredador y sin ojos como metáfora de la anexión rusa de Crimea en 2014.

Maria Alyokhina, miembro de la banda punk Pussy Riot, quien también ha utilizado las huelgas de hambre como herramienta política, dijo en Facebook que Kushnir le había escrito muchas cartas, pero que las leyó después de su muerte.
 

En agosto, un grupo de más de 20 músicos clásicos —entre ellos Alexander Melnikov, sir Simon Rattle y Daniel Barenboim— firmaron un homenaje público dedicado a Kushnir que fue publicado en un periódico alemán.

Las autoridades penitenciarias, judiciales y policiales rusas no respondieron a las peticiones de comentarios sobre su muerte, como tampoco lo hizo la Filarmónica Regional de Birobidzhan, su último empleador.

Kushnir creció en Tambov, capital de provincia situada a unos 480 kilómetros al sureste de Moscú. Su padre, Michael, escribió un libro de texto de música que aún se utiliza en toda Rusia, mientras que su madre enseñaba teoría musical. A los 17 años fue uno de los 25 estudiantes de piano aceptados en el Conservatorio de Moscú.

“Era un genio divertido y talentoso que destacaba en las distintas formas de arte que le interesaban”, dijo Shkrygunova, quien lo conoció cuando ambos tenían 6 años.

Grace Chatto, música inglesa y cantante del grupo Clean Bandit, quien estudió con Kushnir en el conservatorio en 2004, dijo que él la introdujo en el cine de Bergman, Antonioni y Tarkovsky. La mayoría de los días se quedaba despierta hasta altas horas de la noche para oírlo tocar piezas de Rachmaninoff, Schubert y otros. “Tan amable y tan gentil y divertido, y tocaba siempre con una pasión tan profunda”, escribió en Instagram.

Una vez sorprendió a sus compañeros escribiendo un análisis de un poco conocido artista pop alemán para una revista online, dijo Maria Nemtsova, otra compañera de clase. En cuanto a su forma de tocar el piano, dijo, “era muy libre y honesto”, ignorando las rígidas prescripciones de la escuela de que los estudiantes emularan las interpretaciones de músicos de renombre.

Esa actitud le ocasionó problemas. Cuando el tribunal que lo evaluaba para los estudios de posgrado le pidió que tocara un fragmento de la “Fantasía” de Schumann, dijo que o tocaba toda la pieza o no tocaría nada, recuerdan sus amigos.

Enfrentamientos similares le embarcaron en una odisea de tocar para una orquesta provincial tras otra.

Por el camino, se politizó cada vez más, y regresó a Moscú en 2011 para participar en protestas contra Putin.

A principios de 2023, fue contratado por la Filarmónica de Birobidzhan, la capital de la Región Autónoma Judía donde vivían menos de 1000 judíos, ya que la mayoría había emigrado a Israel.

Kushnir guardaba sus novelas manuscritas en un cajón, dijo en entrevistas, y expresaba admiración por las atrevidas actuaciones de músicos de rock como Kurt Cobain y Janis Joplin. Organizó un programa de radio semanal para explicar las composiciones folclóricas de Chopin, saludando a los oyentes con “¡No pasarán!”, un lema político tomado de los antifascistas de la Guerra Civil española.
 

“¡La verdad está ahí fuera!”, decía.

Bautizó su canal de YouTube con el nombre de Fox Mulder, el agente de la Oficina Federal de Investigación que protagoniza la serie de Los expedientes secretos X, y en sus videos lucía una insignia del FBI dibujada a mano y prendida a su ropa. En uno de ellos, apoyaba los derechos de la comunidad LGBTQ, ahora prohibidos en Rusia. En otro, llamaba a la protesta y a la revolución.

“Esparzan folletos, peguen volantes, escriban carteles enormes, colóquenlos en los bancos, déjenlos en algún sitio, péguenlos en las paredes de los edificios”, dijo. En enero, la Filarmónica lo despidió, dijo Shkrygunova.

Ella había emigrado a Alemania en 2012, pero intercambiaban correos electrónicos cada pocos meses. Los suyos rebosaban angustia emocional por la guerra, dijo Shkrygunova, y no podía dejar pasar acontecimientos como la masacre rusa de cientos de civiles ucranianos en el suburbio de Bucha, en Kiev. “Era un hombre que procesaba cada muerte como una pérdida personal”, dijo.

Kushnir empezó a animar a la gente a hacer huelgas de hambre para exigir la dimisión de Putin y el fin de la guerra. De figura delgada, él mismo las había emprendido periódicamente tras la invasión rusa de Ucrania, pero había seguido bebiendo líquidos hasta la última.

Romanova, directora del grupo de defensa de los derechos de los presos, dijo que el protocolo penitenciario exige un seguimiento médico en estos casos, pero no había indicios de que se hubiera realizado ningún seguimiento en su caso. Sospecha que Kushnir sucumbió a los efectos de la huelga de hambre, pero su madre, Irina Levina, de 79 años, se negó a que se realizara una autopsia independiente.

Levina declaró a un periodista ruso que el Servicio Federal de Seguridad ruso, o FSB, le había informado de que su hijo había estado conectado a un goteo médico al final. Ni su madre ni su hermano asistieron a su cremación; sus críticas a Putin habían distanciado a su familia, dijeron sus amigos. El padre de Kushnir murió hace cuatro años.

“Yo quería que se comportara de una manera más tranquila y que se mantuviera alejado de la política”, dijo Levina a Okno, una organización de noticias independiente. “Lamento mucho que haya renunciado a su vida, aparentemente por nada”.

Una periodista local que asistió al funeral de Kushnir dijo que solo acudieron dos músicos. Las 11 personas que asistieron al funeral eran en su mayoría admiradores, y nadie pronunció un panegírico, dijo la reportera, quien se negó a utilizar su nombre por razones de seguridad.

Kushnir no buscaba reconocimiento para sí mismo, dijo Nemtsova, la compañera de clase. En su lugar, dijo, se concentraba en sentir el dolor de los demás. Ni siquiera sus amigos íntimos sabían que protestaba muriéndose de hambre en la cárcel.

“Pavel sacrificó definitivamente su vida por nosotros, es casi una historia bíblica”, dijo Nemtsova. “Intentaba gritar, pero estaba muy silenciado”.


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