Miércoles 25 de septiembre 2024

Científicos: Los falsos recuerdos construyen nuestra identidad y nos cambian la vida



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DW.- Yo tenía once años cuando se produjeron los atentados del 11 de septiembre de 2001. Recuerdo perfectamente que aquel día volvía del colegio a casa con mi abuela, en el Reino Unido. Pasamos por delante de una tienda que vendía televisores que daban a la calle a través de un gran escaparate. Nos quedamos allí un rato, junto a un nutrido grupo de desconocidos, viendo en directo cómo se desarrollaban los atentados en las noticias. Otras personas parecían conmocionadas o lloraban, yo me sentía tranquilo.

El problema es que este recuerdo es falso. En nuestro pueblo no había tiendas de televisión y mi abuela nunca me acompañaba a casa desde el colegio, vivía demasiado lejos. Según explica Gerald Echterhoff, psicólogo social especializado en memoria de la Universidad de Münster, en Alemania, tener recuerdos falsos es muy normal: todos estamos construidos a partir de recuerdos reales y falsos.

"Los recuerdos se construyen dinámicamente. Son susceptibles de sufrir influencias sociales o de alterar inadvertidamente [nuestros] propios recuerdos", afirma Echterhoff.

Es probable que esta idea de encontrarme delante de un televisor la haya adquirido viendo películas de catástrofes o tal vez a partir de historias de otras personas. Nos decimos a nosotros mismos que somos nuestros recuerdos. Nos aferramos a los recuerdos para entender nuestro pasado y construir una narrativa de nuestras vidas, comparándolas con los recuerdos de otras personas. Pero, si muchos de nuestros recuerdos son falsos o los hemos olvidado, ¿cómo sabemos quiénes somos realmente, cuál es nuestra verdadera identidad?

¿Cómo se almacena un recuerdo en el cerebro?

Las investigaciones científicas demuestran que los recuerdos están integrados en la estructura del cerebro, que los almacena físicamente en forma de conexiones neuronales, sobre todo en las regiones cerebrales del hipocampo o la amígdala.

Los nuevos recuerdos se forman cuando las neuronas crean nuevas sinapsis con otras neuronas, construyendo una malla de conexiones neuronales. Los recuerdos necesitan un mantenimiento activo para perdurar. Recordar algo refuerza las conexiones entre las neuronas.

Luego está el acto de olvidar. El olvido es un acto de "poda" de las conexiones entre neuronas. Tendemos a rellenar huecos en la memoria con lo que nos han contado otras personas.

El problema es que hay falsos recuerdos que se almacenan en el cerebro exactamente igual que nuestros recuerdos reales. Lo mismo ocurre con la información sesgada. Investigadores y psicólogos han intentado diferenciar la realidad de la falsedad, pero aún no han diseñado una "receta" perfectamente fiable para distinguir los recuerdos precisos de los inexactos, afirma Echterhoff.

El caso Paul Ingram: Cuando los falsos recuerdos dan miedo

En 1988, Paul Ingram fue detenido por la Policía del estado de Washington, en Estados Unidos, acusado por sus dos hijas de abusos sexuales y actos de sacrificio.

Ingram aseguraba no recordar ninguno de los hechos denunciados, por lo que inicialmente negó los cargos. La Policía tampoco encontró pruebas físicas de los supuestos abusos ni de los sacrificios rituales. Pero Ingram empezó a dudar de su impoluta memoria, diciendo: "Mis hijas me conocen. No mentirían sobre algo así".

Ingram, un hombre profundamente religioso, rezó pidiendo orientación y empezó a imaginar cómo sería abusar de sus hijas. Durante su interrogatorio, un psicólogo le dijo que era habitual que los agresores sexuales reprimieran el recuerdo de sus delitos. El psicólogo ayudó a guiar la imaginación y el "recuerdo" de Ingram de abusar de sus hijas, y el acusado creyó que Dios le revelaba la verdad.

Finalmente, Ingram se declaró culpable de los cargos, e incluso los detalló durante el juicio, lo que llevó a Ingram a tener "recuerdos" de haber realizado sacrificios satánicos y rituales de animales y bebés. Fue condenado a 20 años de prisión.

Pero un segundo psicólogo dudó de que los recuerdos de Ingram fueran reales. Después de extensas entrevistas, el segundo psicólogo llegó a la conclusión de que los recuerdos de Ingram habían sido sembrados en su cerebro mediante métodos de sugestión durante el proceso de interrogatorio. Este nuevo informe no estuvo disponible para su uso en el juicio.

El caso de Ingram es "un ejemplo de libro de cómo las interacciones sociales pueden implantar recuerdos falsos y sólidos", ilustra Echterhoff. También se sabe que las escenas de terror de las películas de ficción sirven de inspiración para falsos recuerdos en las descripciones que hacen los testigos de sucesos horrendos.

Cómo el #MeToo convirtió la memoria en política

La suposición de que los recuerdos pueden falsificarse fácilmente fue objeto de duras críticas durante movimientos sociopolíticos como #MeToo y Black Lives Matter (BLM).

#MeToo demostró cómo las víctimas de abusos sexuales y físicos a menudo son desacreditadas mediante la retórica de que sus recuerdos son falsos o están distorsionados. Los abogados utilizaron la defensa del "falso recuerdo" para desprestigiar a las víctimas de abusos durante el juicio por violación a Harvey Weinstein. Pero no funcionó, ya que las víctimas de Weinstein se unieron para presentar un recuerdo común de sus abusos. La defensa de Weinstein fracasó y el otrora todopoderoso productor fue declarado culpable de violación y conducta sexual inapropiada.

Campañas como #MeToo y BLM "ayudan a cambiar nuestras ideas sobre cómo la memoria moldea nuestra identidad", subraya Echterhoff. La memoria puede estar al servicio de una experiencia cultural compartida, no sólo de un recuerdo individual.

Los límites del "yo" basados en los recuerdos personales se consideran ahora porosos: nuestros recuerdos y los de los demás se mezclan a partir de experiencias compartidas. "Ahora hay una idea más fuerte de comunidades basadas en una memoria compartida del pasado, a menudo basada en el sufrimiento. Esto es muy poderoso para unir a la gente y construir identidades culturales", afirma Echterhoff. Pero desenterrar la memoria cultural de una nación también puede sembrar la división, como está descubriendo Alemania mientras debate su historia de colonialismo.

Estoy seguro de que mi falso recuerdo de ver los atentados del 11 de septiembre por televisión ha contribuido a construir mi sentido de identidad cultural, al compartir un momento decisivo del siglo XXI con un grupo de desconocidos. Sigo aferrándome al falso recuerdo, casi prefiriéndolo al recuerdo más exacto de cuando me enteré de los atentados al día siguiente en la escuela, después de haberme perdido el acontecimiento en tiempo real. En el falso recuerdo, fui testigo de una historia compartida.


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