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Vivir en libertad es extenso, implica muchas cuestiones, razón por la cual, a lo largo de esta temática, trataremos de aproximarnos de modo deductivo e interdisciplinario, es decir, desde lo más amplio y general hacia lo más pequeño e individual.
Casi todas las personas desean o buscan cambios para mejorar. Asocian cambio con mejoramiento, pero no debemos olvidar que también se puede cambiar para empeorar.
Entonces, lo mejor que podemos hacer en esa búsqueda por mejorar al mundo es que en toda relación no se mienta. El no mentir es decisivo para un verdadero mejoramiento tanto individual como social y global.
Todo lo positivo debemos sembrar, y lo que no podamos cambiar pues debemos saber convivir con ella (me refiero a lo que está acérrimo, trágico y frenéticamente así establecido por el humano, entre otras cosas, bajo el criterio de consenso mundial; y, que no tiene sentido, entablar largas discusiones teóricas y dogmáticas al respecto, por cuanto, solo implicarán pérdida de tiempo), pero eso sí, no por ello, debemos dejar de estar siempre alertas en el cuidado de lo sustancial, lo elemental, que está relacionado con vivir en libertad porque las formas de engaño cambian, las trampas cambian; por lo tanto, debemos ser más sensibles y estar permanentemente atentos y despiertos.
Nadie en esta vida desea sufrir y justamente por eso, debemos esforzarnos por lidiar causas justas como ser contra el engaño, detestar la burla o la mentira hacia los ciudadanos (hacia los administrados), basta de aquella conducta perniciosa de hablar por un lado de que estamos avanzando y brindando mejores condiciones de vida y de salud (a manera de propaganda), cuando en los hechos, resulta que existen altos niveles de violencia hacia la población causado inclusive en algunos países de forma institucional, esto es, por ejemplo, por las fuerzas públicas del orden, sea por el despliegue de una abusiva administración de justicia, débil en ejercicio de su independencia judicial, entre otras modalidades, tanto de forma camuflada como directamente.
Muchas veces, vivimos “perdidos” (desorientados) en una monotonía fanática de alcanzar nuestros propios intereses egoístas y por consecuencia surge esa apatía hacia los demás.
Advirtamos, cuando alguien se pierde, lo primero que uno debe preguntar a esa persona es ¿dónde estás? Pues para quien se siente perdido, tiene que estar necesariamente en algún lugar (en algún sitio, en algún estado o en alguna situación), debe describir dicho lugar; y, a partir de allí, sabiendo donde se encuentra, podremos orientar e indicar hacia dónde va.
Lo mismo ocurre con la situación de los Derechos Humanos (DDHH) de un país, en base a lo real, a lo concreto y objetivo (sin farsa ni mentiras) debemos ver las cosas, las circunstancias y las eventualidades, sabiendo donde nos encontramos y hacia dónde vamos: ¿hacia un país donde se respete la vida en libertad o hacia un país donde se desea imponer el autoritarismo, la violencia y el despotismo?
De allí que en todo país es menester ser empáticos con el prójimo porque luego, esa misma violencia institucional que ocurre al otro puede también llegar directamente a su propia persona o a su entorno, máxime si éste es aplicado como mecanismo sistemático de violencia. Por lo tanto, es menester valorar y conservar esa vida en libertad en toda su expresión.
La empatía, el amor y la libertad son conceptos que van de la mano, pues no puede haber amor sin que haya espacio para la libertad y para la empatía (implica ponerse en el lugar de otra persona y ser capaz de entender sus sentimientos y emociones).
En los Estados constitucionales de Derecho denominados democráticos se concibe una trilogía fundamental, esto es, vida, libertad y propiedad privada.
Nuestra vida es un parpadeo, es como una neblina pues se puede ir en cuestión de segundos.
Téngase en cuenta que la salud es también lo más cercano a la vida y cuando hablamos de salud, ésta no solo es física también implica integridad psicológica y sexual (arts. 15 y 18 de la Constitución boliviana). En cuanto a integridad sexual, por ejemplo, no se trata de los gustos sexuales sino de la no agresión sexual. De allí que se exige a los Estados adoptar medidas necesarias para prevenir, eliminar y sancionar toda acción u omisión que tenga por objeto degradar la condición humana, causar muerte, dolor y sufrimiento físico, sexual o psicológico, tanto en el ámbito público como privado.
Todos somos irrepetibles pero reemplazables para los demás, por ende, evitemos ser ilusos como seres humanos encerrándonos en una caja o jaula mental con fronteras artificiales que nos dividen y confrontan, acabando siendo timados, desperdiciando tiempo de calidad, por el engaño: 1) del poder (búsqueda abusiva de concentrar el poder transitorio, añorando impunidad para sí y protervia para las personas y para la sociedad en su conjunto), 2) del dinero (pretendiendo casi todos ser millonarios, acaudalados, egocentristas, sin escrúpulos y desmereciendo a los demás, promoviendo la excesiva industria comercial); y, 3) de la vanidad, la fama y la gloria, buscando siempre el triunfo personal al extremo de la desorientación y la intransigencia de ir en detrimento de los demás, sin respetar la vida, la libertad y la propiedad privada de los demás. Se debe buscar el bien de todos sin abusos y engaños. Es con el menos que se logra el mas, es decir, el buen vivir, no es llenándonos de gloria o fama individual a ciegas sin importar las consecuencias.
Nuestra propia vida en este mundo es finita y eventual, pero la vida en sí, en general, lleva miles de millones de años, es inmensa en el espacio infinito con toda la vida allí existente, que palpita tanto en este lugar donde habitamos como a millones de millones de distancia también.
Entonces, cabe preguntarnos, será realmente majestuosa esa gloria, fama y vanidad humana en nuestra vida temporal frente al espacio infinito.
Lo importante no está en vivir por vanidad ni en los extremos, preocupados en aquella ilusión casi infantil de atormentarnos por dejar un legado personal en un futuro incierto (pues con el tiempo, nada permanecerá igual) tampoco debemos estar entretenidos en peleas de gladiadores envanecidos y enfrascados en mover las fronteras (aquellos falsos límites que el ser humano se ha establecido y luego se desdice) cuando en realidad, visto desde afuera (el universo) sin nacionalidades (inventadas por nosotros mismos como adaptaciones a rincones y encierros), somos tan solo especie humana terrestre porque vivimos en un planeta (que hemos llamado La Tierra), el cual es uno de los muchísimos planetas y miles de millones de galaxias existentes en el universo.
Por lo tanto, lo que sí debemos ocuparnos es en vivir donde vivimos, sin mentir, para conservar mínimamente un bienestar construido entre todos sin tantos delirios, ilusiones y quimeras.
La verdadera riqueza está en cultivar la mente, en los valores y los principios éticos morales; el amor; las convicciones, la creatividad, la imaginación (la cual abre horizontes), los talentos desplegados, la familia, la conciencia tranquila, la humildad, ser humanitario, la libertad y la propiedad privada como acervo de los derechos humanos y componente indisoluble de la libertad individual (sin propiedad privada las personas no pueden desarrollar sus propios proyectos de vida, no existe prensa libre ni libertad de expresión, desaparece la solidaridad y la posibilidad de compartir y trabajar en conjunto).
Cuando los gobiernos de turno a nombre del Estado de forma abusiva restringen libertad personal, confiscan propiedad privada y pretende golpear ciudadanos que no actúen según sus designios y no sigan su línea política, es una alarmante afrenta a la libertad de pensamiento, de ideología, de libre expresión, con afectación a la integridad física, a la vida y a la salud de las personas; por lo tanto, es un imperativo para cada ser humano defender esa vida en libertad.
Tengamos autoconocimiento, optimismo, paciencia, templanza y resiliencia, defendiendo estas cuestiones básicas, sin guardar silencio cuando lo que está en juego es la Libertad, pues debemos vivir en libertad abatiendo límites y tras límites, en cuya defensa incluye, inclusive, a favor de los desorientados, indiferentes, apáticos y resentidos, pero que también se lucha por ellos, enseñando y demostrándoseles que debemos oponernos contra aquellos que odian la paz y quieren controlar, dominar y destruir nuestra forma de vida en libertad, pero también brindando las herramientas (los conocimientos, la creatividad, los principios y las convicciones), para transformación, liberación y resistencia contra toda agresividad del opresor, cuya violencia emerge de su propio miedo a perder sus acostumbrados privilegios, impunidad y deseos de dominación hacia los demás mediante el ejercicio de la fuerza y la brutalidad física, causando daños no solo a su propia gente sino también al medio ambiente, a la naturaleza, por simple codicia, perversidad y ambiciones destructivas.
Los gobiernos autoritarios a veces buscan la convulsión y la confusión tratando de distraer y dividir a su población, fabricándose un enemigo interno cuando en realidad es su propia población la que desea que se cumpla el plan de vida institucional de su país, esto es, la Constitución (con todos los derechos y garantías a favor de las personas, allí previstos normativamente); por ende, se debe evitar ingresar a mayores niveles de confrontación entre ciudadanos, máxime si en el caos, existen o emergen los bribones, quienes aprovechan la ocasión, para ganar protagonismo, aumentar y concentrar poder y enriquecerse en medio de toda esa conmoción.
Existen países, especialmente en la región sudamericana, que desean pasar nuevamente por procesos traumáticos como ser las reformas totales de sus Constituciones, bajo la creencia de que esa es la fórmula de la panacea contra todos sus males que adolecen.
Si dentro de los serios problemas que un país tiene, se encuentra, la falta de independencia judicial, una fuerza pública brutalmente arbitraria con efectivos que son llevados de otras regiones y son capaces de reprimir a una determinada población, entre otras conductas perversas más, eso motiva y conlleva a que podamos ser más pragmáticos en la protección de los DDHH y en consecuencia, más que pensar por un Federalismo que implica acudir hacia una reforma total de la Constitución, por cuanto posee mayor rigidez constitucional, se debiera, más bien pensar en profundizar las autonomías para que éstas sean auténticas, pues la clave está en la delegación de competencias hacia las regiones y esto es posible, mediante reforma parcial de la Constitución, cumpliendo formalidades menos traumáticas que una reforma total, lográndose una mayor delegación de competencia, por ejemplo, en materia justicia y fuerza del orden, donde cada Departamento, tenga sus propios jueces, fiscales departamentales, fiscales de materia, policía, entre otros. Pero para todo ello, es con verdadera voluntad política impulsada por la fuerza social que busca un mejor presente, pues está por demás de claro, que éste no es de lo mejor.
El federalismo y las autonomías son mecanismos jurídicos totalmente distintos a independentismo, por lo tanto, no debemos prestar oídos a lo absurdo de denominar separatistas a quienes pregonan autonomías y/o federalismo.
En Bolivia, hemos pasado en el año 2007, por un proceso constituyente cuyo producto, es decir, la Constitución, fue teñida en sangre y muerte, para ello, basta recordar los graves acontecimientos acaecidos en la masacre de La Calancha, en Sucre, hechos trágicos que jamás deben ser justificados bajo ningún criterio, pretexto o fanatismo dogmático.
Cuando hablamos de muerte, muchas personas temen a la soledad y a la muerte, sin embargo, desde la materia, no morimos solos sino rodeados de todos los seres vivientes que pueblan nuestro planeta, en el microcosmo y el macrocosmo.
Cuando morimos, nuestra descendencia heredará aquella propiedad privada, la cual en vida administramos, pero como bien sabemos nada de lo que tenemos nos lo llevaremos, por lo tanto, existe una delegación pues todo lo material finalmente es prestado y cumple con una finalidad.
La liberación no solo debe ser vista desde lo físico o material sino también desde lo psicológico, de las etiquetas, de los apegos, las subjetividades y los mitos que el ser humano se inventa, sofistica y se conflictúa para sí mismo, como ser las nacionalidades, los condicionamientos, catalogándose en función a algún oficio, título o distinción (que no son otra cosa, que cuadros que encierran a la mente); en criterios sobre decadencia, el mito de los jóvenes, la angustia de los ancianos (donde actualmente casi nadie desea envejecer), lo estético como una forma camuflada sobre la no aceptación de su propia realidad física y/o de su edad, cuando en realidad resulta que la vida es más sencilla de lo que parece, somos seres casi ingrávidos en este planeta denominado la Tierra, el cual ocupa un pequeño lugar en el universo.
El ser humano tiene todas las posibilidades, todos los lenguajes y los estilos que desee desarrollar y practicar durante el transcurso de la temporalidad de su vida en este mundo.
Las personas, comúnmente nos resistimos a soltar esos enfoques y límites que restringen enormemente la visión, por cuanto son generalmente impuestos dentro la caja de este mundo, definiéndose por la moda y/o las tendencias dominantes, esto es, la manera de cómo los demás definen algo con fines principalmente comerciales o de negocio, sin importarles muchas veces si carecen de sentido común.
“Vivamos” intensamente en el presente: siendo, sintiendo, aprendiendo (en base al conocimiento y la experiencia) y aplicando lo mejor posible aquello que se ha aprendido, sin retroceder ni caer en los extremos, es decir, sin enfrascarnos apasionadamente en el pasado (el cual ya fue, y bien, podemos permitirnos, aprender de dichas experiencias) ni ansiosos o preocupándonos demasiado por el futuro (el cual todavía no es); por lo tanto, es preferible mejorar el presente para tener un mejor futuro. Y para ello, es pues, asumiendo la defensa de las causas justas, entre ellas, las que tienen que ver con aquella trilogía: vida, libertad y propiedad privada, siempre relacionándonos entre todos, basados en la verdad y no en la mentira.
Conociéndonos y arreglándonos a nosotros mismos sin mentirnos, así se comienza y podremos ir avanzando en el mejoramiento de nuestro presente, en esta faceta que nos toca vivir.