Viernes 15 de noviembre 2024

Gobernabilidad y credibilidad



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Nos aprestamos a concluir el año 2023 y el próximo año será sin duda alguna, un año de mayor espectáculo, manipulación y distracción con ánimo electoralista.

Desde la perspectiva de los ciudadanos debemos entender nuestra realidad con total honestidad, no solo personal sino global, para no boicotearnos a nosotros mismos. Tratar de ser analistas y no publicistas (cuyas opiniones son más direccionadas a su favor, a sus intereses o rubro).

En ese marco, debemos comprender que vivimos en un mundo donde la tecnología acelera los cambios y donde todos podemos ser completamente influenciados por algoritmos sumado a que la ansiedad social es impaciente, por lo tanto, siempre buscará que todo sea rápido y urgente, que todo pase de forma acelerada.

Ante esa realidad, lo importante es no perder el sentido común para no ser utilizados y mal influenciados.

El interés ciudadano debiera estar orientado, más que a la distracción estrictamente política sino hacia la importancia que representa la movilidad social, esto es, los cambios que experimentan los miembros de una sociedad en su posición en la estructura socioeconómica.

No distraernos tanto en el reality show político judicial y/o entretenimiento mediático sea formal o por las redes sociales sino exigir al político, verdaderos buenos resultados que incentiven una óptima movilidad social, para ello, es menester que prime dos ámbitos fundamentales: “educación y valores éticos morales”, pues sin ellos, todo apunta a un desastre de crisis sistémica, donde todo se compra con deuda y en términos económicos legales conlleva a que la deuda llega a valer más que el activo y en consecuencia todo apunta a quiebra y remate.

En consecuencia, es vital que el ciudadano de manera individual con total sinceridad, piense y decida, en que sociedad realmente desea vivir pues está poniendo en juego su futuro y la de sus hijos y nietos.

Se debe exigir a las autoridades y a los políticos que cumplan la Constitución, eviten ser hipócritas, protejan y conserven el medio ambiente (arts. 9 num. 6, 30-II num. 2, arts. 33, 34, 80, 108 num. 16, 189, 316 num. 6, 319, 342, 343, 402 y demás de la Constitución boliviana) para que no lleguemos a tener serios problemas climatológicos que perjudiquen el debido desarrollo.

Preguntarse, si se desea vivir en una sociedad donde cunda la violencia, la inseguridad tanto jurídica como personal, así como también una corrupción generalizada y desvergonzada, mediante el cual, son las mafias las que imperan y socaban la institucionalidad (donde el mafioso contrata a políticos inescrupulosos y autoridades disolutas de diferentes órganos estatales, para que sean sus guardaespaldas), destruyendo la propiedad privada y las libertades individuales; o, si se desea una sociedad donde se incentive el ambiente productivo sin que exista discriminación por la vía de la competencia desleal, el delito (Ej.: lavado de dinero originado por corrupción, narcotráfico, contrabando, etc.), el prebendarismo empresarial, el clientelismo, la mediocridad y el autoritarismo maquillado de democrático (emergiendo dictamócratas) que son los que llevan a la catástrofe, es decir, a una sociedad corrupta, violenta y totalmente insegura, donde la gente sale de su país para asegurarse por lo menos alimento barato, techo y vivir con cierta tranquilidad.

En ese sentido, las futuras crisis serán más sociales que políticas (no dejarse mangonear con el cuento de izquierdas y derechas), por ende, se deberá resaltar más la credibilidad y la gobernabilidad ética, cuyo destino sea el desarrollo y la protección de las garantías, la propiedad privada, los derechos de las personas; y, que no ocurra de que el dinero que está afuera de su país sea el suyo y que el dinero que está en su propio país sea el de todos, en otras palabras, total confiscación. Y donde tampoco el billete nacional deje de ser una moneda al dejar de ser una unidad de ahorro, unidad de cuenta (que las cosas dejen de valer en la moneda de su país) y pierda su facultad de transacción (donde no se sepa realmente su real valor dada las constante fluctuaciones de inflación).

Con todo ello, el reto es no dejarse manipular con la distracción y el negocio de las encuestas, que alejan lo realmente importante (el sano desarrollo de la movilidad social); y, en consecuencia, se debe medir las promesas electoralistas en función a tener una verdadera credibilidad y gobernabilidad.

Entiéndase, sin credibilidad no hay un verdadero futuro halagador. Y gobernabilidad involucra no solo ganar elecciones sino principalmente tener apoyo social con un proyecto con visión de futuro que coincida con el anhelo de todos, no la de un partido o la de gente vivilla prebendaria.

Entonces, seamos conscientes que las encuestas no pueden determinar nuestras vidas, máxime si ellas no representan a la totalidad de la población, pues según los entendidos oscilan tan solo en un 5% de las personas de un país.

Probablemente muchos se preguntarán, ¿cómo se logra la credibilidad?, pues no hay fórmula mágica sino siendo auténticamente éticos y objetivos, esto implica, por ejemplo, que, si un país tiene serios problemas de déficit fiscal, carencia de dólares y de sólidas reservas internacionales, es pues simple lógica común, que deba, entre otras cosas, reducir el déficit fiscal reduciendo el gasto público, achicando el tamaño del Estado, corregir los precios relativos, promoviendo meritocracia, generando certidumbre jurídica, seguridad tanto jurídica y física, promoviendo el desarrollo interno, incentivando el ambiente productivo, las exportaciones, la inversión productiva, la industria del conocimiento, la tecnología en todos los ámbitos, bajar los costos tanto de legalidad como los impuestos, donde todos tributen, luchar genuinamente contra la informalidad, etc.; y, construyendo la credibilidad con un equipo que vaya en esa misma hoja de ruta.

Si todo ello, lo vemos como algo alegórico pues con mayor razón debemos preocuparnos por un proyecto de futuro (nosotros estamos, tan solo de paso, por ende, debemos pensar necesariamente, en las subsiguientes generaciones), no que nos vendan proyecto de país y menos aún proyecto de poder, donde solo se busca empernarse en la función de gobierno por impunidad y por el engaño de las riquezas temporales.

La gente no debiera dejarse apantallar ni andar chiflados por el número de seguidores, que tal o cual persona tiene, para inflar el ego y considerarse que con ello son grandes influencers que cambiarán la vida de los demás. Muchos de ellos, tan solo desean vender a los que ingenuamente eso creen.

Es decir, no ser simples repetidores sin pensar ni moverse por la simple apariencia o simples imitadores de modas o tendencias foráneas. Es menester que mientras vivamos lejos de fanatismos, dogmatismo, fundamentalismos, lejos de las zonas de conflictos de bandos geopolíticos, de problemas étnicos y climatológicos serios, las personas deben precautelar y defender todo aquello y prepararse, pero no en base al miedo y la incertidumbre que paraliza, por cuanto, eso es peor que lo malo, sino siendo realistas, honestos y proactivos, que entiendan que lo mejor nunca es fácil ni rápido, sin caer con ello en el pesimismo (pues ninguna raíz ha llegado al infierno) y darnos efectivamente, cuenta de que haciendo, lo mismo de siempre, jamás se tendrán resultados diferentes.