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Con una carencia total de prolijidad y reconocimiento hacia sus antiguos lacayos, los servicios de inteligencia norteamericanos parecieran diseñar el guion de sus actividades, manipulando a la opinión pública mundial, con igual persistencia y pertinacia que un hámster emplea para mover la ruedita de su jaula.
Hechos recientes corroboran esta aserción, como es el caso de Alex Saab, Manuel Rocha, Álvaro Pulido y otros personajes de la política que otrora desempeñaron altos cargos públicos y dirigenciales en sus países y, de pronto, o son extraditados y presos en cárceles de los EE.UU. sin conocerse aún, las razones jurídico-legales o cargos que pesan sobre ellos, son declarados enemigos acérrimos de esa nación o longevos espías que ya cumplieron su larga misión encomendada, hasta vestir el buzo naranja que los retrata como reos en su presentación a la prensa, y luego arrojados a la basura, como un limón exprimido. Curiosamente, el denominador común estos personajes es su nacionalidad colombiana y su origen humilde.
Es el caso de Manuel Rocha, como ya señalamos en una anterior entrega, según las declaraciones del propio Fiscal general norteamericano, Merrick Garland, “este ciudadano estadounidense nacido en Colombia, entró a colaborar con el régimen de La Habana como agente encubierto de la Dirección General de Inteligencia de Cuba en 1981, y sus actividades de espionaje continuaron hasta la actualidad”. Dicho en buen romance, este nuestro amigo espía, no sólo formó parte de la creación y fundación del Foro de Sao Paulo, sino que debe tener el más amplio conocimiento de los secretos; personajes y países que lo financian.
En lo referente a Alex Naim Saab, su odisea se inició el 25 de julio de 2019, cuando el Departamento del Tesoro de los EE.UU. lo sancionó como organizador de una red de corrupción y lavado de activos en favor del dictador venezolano Nicolás Maduro y su régimen, acción que tuvo como consecuencia su detención en junio de 2020, en Cabo Verde, mientras viajaba en calidad de embajador a Teherán, a cerrar negocios de intercambio de oro venezolano por petróleo iraní. Lo insólito del caso es que, ya preso, la propia fiscalía norteamericana reveló que este señor era agente de la DEA desde el 2018, desde donde dio valiosa información sobre los sobornos que pagó a funcionarios chavistas y a varios dirigentes de la región.
Empero, todo lo descrito, lejos de ser una comedia criminal de mal gusto, tuvo como colofón la inaudita liberación navideña de este delincuente, por parte de los EE.UU. a cambio de diez ciudadanos estadounidenses detenidos en Venezuela.
En momentos en que los bolivianos sufrimos una intolerable crisis judicial, con el afán de los magistrados de prorrogarse indefinidamente en sus funciones, el fallo de la afamada justicia norteamericana nos convoca a imitarlo, ya sea para liberar el centenar de presos políticos que guardan injusta detención, o simplemente para sugerir la creación del Nobel de Inteligencia.