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No es extraño que un gobierno exhiba el lado visible de su gestión como algo exitoso, triunfante, luminoso y honesto; cuando por el contrario es manifiestamente fallido; ese fracaso que está a la vista resulta ser a menudo solamente la punta del iceberg: eso que se puede ver, algo así como una verdad comprobada; el otro lado, el que no se ve aunque a veces se supone, queda en eso: una suposición, hasta que alguien descubra cómo, cuándo y dónde se teje la trama, se urde la fechoría, y se ejecutan los hechos, amparados en el lado oscuro del poder: el entorno palaciego, los pasillos parlamentarios y los escritorios ministeriales; en cualquier lugar donde la sombra del tenebroso arte de la corrupción encubra las evidencias del descaro; costumbre añosa por la cual se reúnen los enemigos, y se distancian los que antes fueron amigos.
"Cuando un gobierno pierde incluso esa cierta iniciativa y se deja subsumir por otras formas paralelas de poder, el centro de mando ya no corresponde al gobierno corroído, sino al lado oscuro mismo del poder; por ejemplo, cuando la economía política de la cocaína absorbe las mallas institucionales del Estado". La frase anterior (y otras que van entre comillas) son citas del libro "La sombra oscura del poder: Más allá de las mafias" escrito por Raúl Prada, sociólogo boliviano.
El lado oscuro tiene que ver con la pasión y la ambición; con hacer lo que sea necesario para llegar a la cima, permanecer en ella, o recuperar el poder. "Respalda la tesis de que el síndrome de Hybris, también denominado embriaguez de poder, es el lado oscuro de sujetos afectados por el síndrome, vale decir, el guía, dirigente, cabecilla, gobernador, adalid, paladín, jefe". En ese lado oscuro conviven personas astutas y manipuladoras. "Esta casta es incapaz de cambiar, persiste tercamente en el error; se encuentra rodeada de una numerosa corte de aduladores y arribistas, disfrazados de asesores palaciegos para lograr sus objetivos".
En su fecunda mentalidad oscura se encuentran los medios para lucrar bajo el cobijo de influyentes corruptores que confabulan para comprometer conciencias, eliminando a quienes no vale la pena integrar a la colmena de zánganos contagiados de ambición donde la reina eres tú, ¡oh, jubilosa corruptela! "El poder, como ya lo dijo Michel Foucault, no se sitúa en el Estado, sino en espesores y territorios donde se han edificado mallas institucionales, como agenciamientos concretos de poder".
Eso les permite utilizar los diagramas de contactos territoriales relacionados; apadrinan proyectos envueltos en demagogia, ellos mismos promueven protestas y bloqueos (convengamos, no hagamos lio, ellos se adjudican el proyecto y ustedes ejecutan la obra, ¡todos salimos ganando!). "El poder, se trata de una manifestación más aguda que incluye el abuso, además de la posibilidad de perjudicar y afectar notoriamente a otras personas, consideradas enemigas o rivales".
Ahora no solo es denuncia, tiempo que llega confirma con más detalle que los gobiernos autocráticos y tiranos están involucrados en las cadenas de tráfico ilegal. "La corrupción, se vincula con otras formas de poder paralelas, no necesariamente internas a las mallas institucionales, sino, más bien externas, como la economía política de la cocaína".
Para el ciudadano resulta complicado comprender adecuadamente esa estructura del lado oscuro del poder. Un día concurre a votar, y en su candidez democrática confía que todo será luminoso y honesto. Sin embargo, debe tener en cuenta que está eligiendo un poder.
Fuente: "El lado oscuro del poder: Mas allá de las mafias. Raúl Prada - Amazon.
*Periodista.