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- 2024-10-07
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Los Andes.- Desde el momento de nuestro nacimiento hasta la adultez, nuestro esqueleto humano experimenta una notable transformación, pasando de alrededor de 300 huesos a tan solo 206. La pregunta que surge es evidente: ¿qué sucede con esos 94 huesos que parecen desvanecerse? Para entender este fenómeno, es esencial adentrarse en el fascinante mundo de la evolución del esqueleto humano.
El esqueleto, una estructura vital que proporciona soporte y protección al cuerpo, experimenta cambios notables en su dureza, densidad y cantidad a lo largo de nuestras vidas. Este proceso comienza con el cartílago, un tejido flexible que se endurece gradualmente mediante el depósito de calcio y otros minerales, en un fenómeno conocido como osificación, que puede ocurrir de dos maneras: intramembranosa y endocondral.
Contrario a la creencia popular, los huesos no son estructuras rígidas e inmutables. Se renuevan constantemente para reparar daños y adaptarse a las demandas del cuerpo. Este proceso de regeneración y renovación asegura que el hueso antiguo y dañado sea sustituido por un hueso nuevo y resistente. En individuos sanos, este proceso de renovación ocurre aproximadamente cada 10 años, aunque puede ser más lento en personas mayores o enfermas.
La razón por la que el número de huesos disminuye a medida que crecemos se debe a la fusión de huesos más pequeños y redondeados, conocidos como sesamoideos. Estos huesos se encuentran en articulaciones como rodillas, codos y manos, actuando como poleas para facilitar el movimiento de los tendones y protegerlos del roce con huesos más grandes.
La fusión de estos sesamoideos con otros huesos no afecta ni al volumen ni a la función del esqueleto; más bien, es crucial para brindar estabilidad y resistencia a nuestras articulaciones, permitiéndonos realizar movimientos complejos y precisos. Algunos sesamoideos, como la rótula o patela en la rodilla, comienzan a formarse en la infancia, mientras que otros, como el fabella en el tendón de la rodilla, pueden variar en presencia.
En otras palabras, la desaparición aparente de huesos se debe a un proceso natural de fusión que contribuye a la estabilidad de nuestras articulaciones. Para mantener huesos sanos y fuertes, es fundamental cuidar la alimentación, realizar ejercicio físico, evitar hábitos nocivos y, en caso de problemas óseos, buscar asesoramiento médico.