Martes 08 de octubre 2024

Los arqueólogos creen haber resuelto el misterio de un ataúd de plomo descubierto bajo la catedral de Notre Dame



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Infobae.- En 2022, mientras se llevaban a cabo trabajos de restauración en la icónica catedral de Notre Dame tras el devastador incendio de 2019, los arqueólogos hicieron un descubrimiento inesperado: un par de sarcófagos de plomo ocultos bajo la nave principal. Este hallazgo trajo consigo una oleada de especulación y curiosidad, ya que el plomo, un material altamente resistente a la humedad era utilizado históricamente para preservar cuerpos de la descomposición; no se empleaba en cualquier sepultura. Solo los miembros más destacados de la sociedad francesa podían aspirar a este tipo de inhumación.

El descubrimiento despertó de inmediato el interés de los expertos, quienes sabían que los cuerpos dentro de estos sarcófagos pertenecían, sin duda, a figuras de gran importancia. La pregunta que surgió fue: ¿quiénes eran estos personajes y cómo acabaron enterrados bajo una de las catedrales más importantes de Francia?

El plomo protege los restos de la humedad y la descomposición, lo que lo convierte en un símbolo de poder y riqueza. Un ejemplo reciente de este tipo de sepultura es el ataúd revestido de plomo de la reina Isabel II de Inglaterra. En el caso de Notre Dame, el hallazgo de dos sarcófagos de plomo reforzó la idea de que los individuos allí enterrados debían haber sido personajes de alto estatus, con acceso a los recursos necesarios para recibir este tipo de tratamiento funerario. El plomo era además un material costoso y difícil de trabajar.

Los restos de uno de los sarcófagos fue identificado rápidamente gracias a una inscripción que revelaba la identidad de su ocupante: Antoine de la Porte, un destacado sacerdote que murió en 1710 a la edad de 83 años. De la Porte, quien había alcanzado una posición prominente en la Iglesia, fue sepultado en un ataúd acorde con su estatus, lo que confirmó la conexión entre el uso del plomo y el alto rango social de los difuntos.

Antoine de la Porte fue conocido también por sus contribuciones a la restauración de varias partes de la catedral. Su estatus dentro de la jerarquía eclesiástica y su implicación en Notre Dame explican por qué fue sepultado en un lugar tan significativo dentro de la catedral, un espacio reservado para altos dignatarios eclesiásticos y personas influyentes.

El segundo sarcófago, que contenía los restos de un hombre de unos 30 años, no pudo ser identificado en el primer momento, por lo que los arqueólogos lo bautizaron temporalmente como “el jinete”, debido a una particular deformidad en los huesos del esqueleto, indicio de que la persona había pasado gran parte de su vida a caballo.
 

Los expertos detectaron en la columna vertebral y en las piernas signos de desgaste y modificaciones óseas típicas de un jinete consumado, probablemente de la nobleza, dado que montar a caballo era una actividad estrechamente ligada a la élite de la época.

Tras casi dos años de investigación para establecer la verdadera indentidad de “el jinete”, los arqueólogos propusieron una teoría fascinante: podría tratarse de Joachim du Bellay, un destacado poeta del Renacimiento francés, que murió en 1560. Du Bellay era conocido por sus habilidades ecuestres, que quedaron registradas en varios textos históricos. En una ocasión, cabalgó desde París hasta Roma, una hazaña especialmente notable, ya que padecía de tuberculosis, una enfermedad que lo aquejó durante gran parte de su vida.

La conexión entre el “jinete” y Du Bellay se volvió aún más plausible cuando los arqueólogos observaron que el esqueleto mostraba signos de tuberculosis ósea y meningitis crónica, afecciones que coincidían con las mencionadas en algunos de los poemas de Du Bellay, como en La queja de los desesperados, donde describe el tormento mental que sufría debido a su delicada salud.

Además, el poeta provenía de una familia noble con estrechos lazos con la corte real y con el Papa. Aunque aún no se la ha probado de manera concluyente, los investigadores consideran que esta hipótesis es altamente probable.

Sin embargo, los registros oficiales también juegan un papel clave en esta identificación. Según documentos históricos, Du Bellay fue enterrado en la capilla Saint-Crépin de Notre Dame tras su muerte a los 37 años, aunque excavaciones realizadas en 1758 no lograron encontrar sus restos. Los investigadores ahora creen que sus huesos fueron trasladados más tarde al crucero de la catedral, posiblemente en 1569, lo que explicaría por qué no se encontraron donde originalmente se esperaba.
 

Esta combinación de pruebas físicas y documentales ha llevado al Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (INRAP) a considerar seriamente la posibilidad de que el “jinete” sea realmente Joachim du Bellay, aunque el debate sobre su verdadera identidad continúa.

Por ejemplo, el arqueólogo Christophe Besnier del INRAP, no está completamente convencidos. Apunta a un análisis isotópico de los dientes del esqueleto que indica que el “jinete” creció en las regiones de París o Lyon, mientras que Joachim du Bellay nació en Anjou. Esta discrepancia geográfica ha generado debate, aunque otros investigadores argumentan que Du Bellay pasó gran parte de su vida en la capital francesa, bajo el cuidado de su tío, Jean du Bellay, quien sirvió como obispo de París.

Este desacuerdo entre los expertos refleja la complejidad de identificar restos históricos con precisión. Aunque muchos de los elementos encontrados hasta ahora coinciden con la vida y las condiciones de salud de Joachim du Bellay, algunos arqueólogos insisten en que se necesitan más pruebas definitivas antes de poder afirmar con certeza que el esqueleto pertenece al famoso poeta. Aun así, el presidente del INRAP, Dominique García, considera las pruebas existentes como “convincentes”, y plantea irónicamente: “¿Qué más podemos tener? ¿Encontrar el cepillo de dientes [de Du Bellay] para comprobar que el ADN coincide?”.

Además de los sarcófagos de plomo, las excavaciones en Notre Dame tras el incendio de 2019 revelaron más de 1.000 fragmentos del biombo de la catedral, una estructura arquitectónica que, en la Edad Media, separaba el coro de la nave principal. Estos fragmentos han sido descritos por los investigadores como piezas clave para la restauración de la catedral, ya que muchos de ellos aún conservan restos de su pintura original, lo que proporciona valiosa información sobre el aspecto medieval de Notre Dame.

Este biombo, que desapareció tras modificaciones realizadas en siglos posteriores, era un elemento esencial en las iglesias medievales, sirviendo tanto para separar a los clérigos de los laicos como para enfatizar la importancia del espacio sagrado del coro. El descubrimiento de los fragmentos permitirá a los restauradores recrear una parte perdida de la historia arquitectónica de Notre Dame.

Además de los descubrimientos arqueológicos, los trabajos de restauración de la catedral están avanzando con rapidez, y se espera que Notre Dame reabra sus puertas el 8 de diciembre de 2024, más de cinco años después de que el devastador incendio destruyera su aguja y su techo de madera. Este evento marcará un momento clave en la recuperación de uno de los monumentos más emblemáticos de Francia, que continúa siendo un símbolo de su rico patrimonio histórico y cultural.


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