Melissa Gilbert y la familia Ingalls: Tenía 40 y la gente aún me veía como Laura

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Infobae.- Por más de una década, Melissa Gilbert fue la imagen de la inocencia americana en la piel de Laura Ingalls, la intrépida niña de trenzas y vestidos de algodón que protagonizaba La familia Ingalls.

Pero para la actriz, la sombra de ese personaje perduró mucho más allá del set, al punto que incluso al borde de los 40 años, muchos seguían esperando que se comportara como aquella niña del siglo XIX.

“Creo que la gente, casi hasta mis 40, siempre esperaba que entrara una niña de 12 años con una caña de pescar y un vestido de cuadros”, confesó Gilbert en una reciente entrevista.

La actriz, que hoy tiene 61, explicó que en su tiempo vivía una sensación “rara” al ser una estrella adolescente. Era una época previa a las redes sociales, donde la televisión creaba ídolos con un aura casi mitológica.

Con el tiempo, Gilbert logró convertir esa percepción en una ventaja. “Fue algo que usé a mi favor, sobre todo después. Había un factor sorpresa cuando se daban cuenta: ‘Ah, es una adulta con ideas y opiniones inteligentes que funcionan’”, contó.

¿Cómo fue la infancia de Melissa Gilbert?

Durante los años en que se grabó la serie, entre 1974 y 1983 (más tres películas posteriores), Gilbert fue afortunada de vivir resguardada de los excesos.

“O crecemos súper protegidos y no sabemos hacer cosas como lavar platos, o crecemos sobreexpuestos y explotados”, dijo. “El segundo grupo suele tener los grandes problemas”.

Esa protección incluía lo que veían y vivían en el rodaje. “Nuestro set era lo más amigable posible para los niños en esa época”, dijo la recordada Laura. Labyorteaux coincidió y agregó que muchos niños actores deseaban trabajar en esa serie porque había varios pequeños en el elenco, y no uno solo rodeado de adultos.

“Incluso con todas las travesuras adultas que pasaban, estábamos algo protegidos de eso. No me enteré de la mitad de lo que hacían los mayores hasta que empezaron a escribir libros al respecto”, relató Gilbert.

Su transición a la adultez fue, por tanto, un camino de aprendizaje práctico.

A los 22 años, se mudó sola a Nueva York para actuar en una obra de teatro Off-Broadway.

“Ahí estaba yo, con mi gato y mi perro, viviendo sola en Nueva York. Completamente no preparada para hacerlo”, recordó. “Dejé que los platos se acumularan tanto en el fregadero, que terminé tirándolos y comprando otros nuevos con mi sueldo de 700 dólares a la semana”.