Loading
Toda la telenovela de narcos, sicarios, poder, fama, condecoraciones, modelos, y hombres del verde olivo, que se ha empezado a rodar después de la detención de dos altos jefes policiales de la Fuerza Especial de Lucha contra el Crimen –matizados hasta con besos en público- nos tiene bien entretenidos porque en cada capítulo aparecen nuevos personajes involucrados en la trama tenebrosa y melodramática en la que no sabemos quien, cerrará la puerta de la prisión, ya sea de los agentes del verde olivo, o sus jefes políticos o “muñecudos” que los mandan se han empezado a lanzar dardos venenosos.
Por eso es que nos acordamos de Charles Louis de Secondat, mas conocido como el barón de Montesquieu, un filósofo y jurista francés precursor de la Revolución Francesa de 1789 y autor de la propuesta de la separación de poderes y de la existencia de frenos y contrapesos en las instituciones, para vivir en mayor armonía.
Porque Montesquieu vivió en carne propia las políticas de Luis XIV, el rey Sol de Francia quien al gobernar durante 72 años se creyó dueño absoluto de su país hasta llegar a acuñar la frase: “El Estado soy yo”, mientras toda una corte de doncellas le peinaba su ondulada cabellera.
Porque en esa época el Rey era dueño de la vida y milagros de todos los ciudadanos y se dedicaba a cuidar cómo mantenerse en el poder y tener a sus soldados conformes y fieles, como una política de Estado.
En tiempos plurinacionales vemos que a 192 años, el principal problema de la Policía boliviana, es su sumisión al poder político de turno, en el que no solo ministros, parlamentarios y hasta aliados políticos como los de la Central Obrera, dan órdenes para cambiar de destinos o tener alguno que otro favorcito.
Y entonces la verdadera misión de la Policía, consagrada en el artículo 151 de la Constitución Política del Estado, en el sentido que debe ser la institución que proteja a la sociedad y apueste por el orden público, ha terminado tan desnaturalizada por su centralización y verticalidad habiendo puesto de moda la palabra con raíces quechuas “Llunku”, equivalente a adulón, besamanos, lambiscón o “amarrawatos” para obtener un cargo, una dádiva o un beneficio personal que no lo hubiera logrado de modo recto o legal.
Y eso es lo que había hecho al parecer el jefe de la Fuerza Especial de Lucha contra el Crimen para de Santa Cruz para mantenerse durante 4 años sin ser cambiado de destino y acumular tanto poder como para hacer sustituir al mismo jefe nacional de la Policía.
Por eso es que protegidos por el manto sagrado político se vuelven reyes chiquitos y desde luego que aparecen involucrados en narcotráfico como sucedió en el 2011 con el mismo Zar antidroga, Gral. René Sanabria, detenido luego con 144 kilos de cocaína en Panamá o un teniente que controlaba los vuelos en el aeropuerto de Viru-Viru y que terminó vinculándose con un clan involucrado luego en un enfrentamiento que dejó seis muertos, incluyendo dos sicarios serbios o la del caso del tercer hombre de la Policía cruceña que en el 2001 se asoció con una banda de atracadores de bancos de una célula terrorista del Perú.
Por eso es que pedimos un Montesquieu para un país en el que cada órgano debe funcionar de manera independiente de modo que no tengan que inmiscuirse con la Policía, ni éstos tengan que buscar los favores políticos, para subir de cargo o mantenerse en ellos.
Además de ello, la Policía debe asumir que el sistema centralizado y vertical no es apropiado y que con la finalidad de llegar al ciudadano debe organizarse por departamentos y tener su propio sistema de control disciplinario interno con participación de representantes de las principales instituciones locales en caso de procesar alguna inconducta.
En resumen, planteamos un país con órganos independientes y con una policía descentralizada y departamentalizada. Y si queremos de verdad cambiarla, hagamos un referéndum y consultemos al pueblo si está de acuerdo.
* Periodista y docente