Jueves 14 de noviembre 2024

Arce: Frenos, contrapesos y... espejos



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Fiel al espíritu pacífico y democrático que nos caracteriza, Bolivia habló nuevamente en las urnas este 18 de octubre del 2020. Y de ahí emergió el presidente número 67 de nuestra historia, con el nombre y apellido de Héctor Arce Catacora.

Y dejó en carrera al historiador Carlos Mesa y al activista Luis Fernando Camacho, de corrientes liberales, para volver a posicionar en el tablero internacional a un tambaleante Socialismo Siglo XXI que tiene al venezolano Nicolás Maduro, como un payaso que hasta acaba de adelantar la Navidad en su país.

De 56 años, graduado en Economía en la Universidad Mayor de San Andrés y masterado en la universidad de Warwick, de Estados Unidos, Arce llega con el precedente de representar el llamado “milagro económico” al conseguir que las finanzas nacionales crecieran en promedio 4,6% por año durante más de una década, y que la pobreza disminuyera al 37% mediante el otorgamiento de subsidios, según evalúan los analistas.
Y Arce fue el presidente que Bolivia eligió privilegiando tan vez la imagen de la estabilidad económica que representa, frente al tradicionalismo de Mesa o la aventura arrolladora de Luis Fernando Camacho.

De ese modo, este 8 de noviembre, Arce será investido de la banda presidencial y también de dos grandes espejos de la historia, en los que no debe dejar de mirarse.

El primero es para no repetir los mismos errores del también milagro económico del neoliberalismo, Gonzalo Sánchez de Lozada, quien en su segundo mandato, desde el 6 de agosto del 2002, fue obligado a dimitir el 17 de octubre del 2003, luego de dos llamadas guerras del pueblo, la del agua y la del gas, al tratar de imponer un impuesto al salario.

Y el segundo, el de su antecesor, Evo Morales Ayma, quien el 10 de noviembre del 2019 fue obligado a renunciar a su cargo y huir a México y luego refugiarse en la Argentina, luego de una revuelta popular bautizada como la rebelión de “Las pititas”, que en realidad fueron bloqueos pacíficos a cargo de ciudadanos de a pie.

Por eso Arce debe gobernar con la cabeza fría, y pensando en que es presidente de los 11 millones de bolivianos y que tiene frenos y contrapesos, por ejemplo en el departamento más poblado de Bolivia, Santa Cruz, que votó mayoritariamente en su contra y, que tampoco logró los dos tercios en la Asamblea Legislativa Plurinacional, para gobernar sin sobresaltos. En la Cámara de Senadores el partido azul obtuvo 21 de 36 escaños (para conseguir los dos tercios necesitaba 24 legisladores) y en la Cámara de Diputados logró 73 de 130 escaños (necesitaba 86 para llegar a los dos tercios).

Por eso está obligado a negociar con las otras dos fuerzas políticas y aunque el MAS sabe hacerlo,y terminar airoso, como ocurrió en el 2005, cuando se fue imponiendo en el control territorial al doblegar a sus gobernadores con el brazo de la justicia y luego en el control político al hacer caer a la oposición en una “trampa envolvente”, la del referéndum revocatorio, como la bautizara el exvicepresidente, Alvaro García Linera.

Pero ahora la oposición está despierta. Y Arce tiene la obligación de no repetir los errores del pasado y conducir la nave del Estado pensando en una nueva Bolivia, sabiendo administrar su pobreza, su galopante deuda externa de $us11 mil millones y de frenar la caída de las Reservas Internacionales que descendieron desde un histórico $us. 15 mil a 6 mil millones.

Y tampoco en revanchismos ni venganzas heredadas de sus antecesores, porque, desechando cualquier aberración ilegal de instaurar un gobierno cívico-militar-campesino, “las Pititas” del pueblo, que han entregado su voto pero no un cheque en blanco, estarán ahí vigilantes, como lo han estado siempre…

* Roberto Méndez, periodista y docente