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Esté artículo puede tener tres inicios, pero una sola conclusion: El primero puede ser el del poeta chileno, Pablo Neruda: ‘Puedo escribir los versos mas tristes esta noche”, en su Poema 20, el segundo puede ser, el del cantante guatemalteco, Ricardo Arjona: “Dime que no, pero me tendrás pensando todo el día en tí, planeando la estrategia para un Si” y el tercero puede ser la frase atribuida a Julian Apaza, más conocido como Tupak Katari, antes de morir descuartizado por los españoles, hace 238 años: “Volveré y seré millones”.
Y acepta también un cuarto principio, tal vez el mas apropiado en esta coyuntura electoral, relacionado con “(…) aquel día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo", escrita por Gabriel García Marquez, en su “Crónica de una muerte anunciada”, porque en Bolivia asistimos ahora al relato inicial de la muerte anunciada de la democracia.
Tendrá dos momentos. El primero será este 27 de enero, cuando se abran las urnas para unas elecciones primarias que no tienen otro propósito que dar legitimidad al binomio oficialista Evo Morales y Alvaro García Linera, que este 22 de enero cumplirán 13 años en el poder, y la promesa de “quedarse 50 años”, o quien sabe, por tiempo indefinido.
Este 27 de enero todo está configurado para que el MAS, beba, aspire y meta entre sus venas, ese oxígeno que le falta y que lo tiene asfixiado después del 21 de febrero del 2016, cuando ganara el No en el referéndum por su repostulación.
El 57% de los casi Bs.27 millones que costarán las inéditas elecciones primarias en Bolivia se utilizarán para garantizar el sufragio de los militantes del MAS, de acuerdo a datos que el vicepresidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Antonio Costas, a la prensa.
Elecciones primarias que tenían por finalidad que los bolivianos asistamos a las urnas para elegir, de entre dos o más fórmulas, a la de los candidatos que iban a participar en las elecciones generales de diciembre próximo.
Pero ninguno de los siete partidos que inscribieron sus candidaturas presentaron dos opciones, de modo que el objetivo inicial por el que se planificaron estos comicios primarios, no tienen ningún sentido.
Según la explicación del vocal Costas, el voto de cada simpatizante tiene un costo de Bs15 bolivianos con 71 Ctvs, razón por la que el sufragio de los 991.092 militantes del oficialismo, implica el gasto de más de 15 millones del total del presupuesto.
Pero como todo estaba fríamente calculado como para que no exista un tope en la inscripción de militantes, el MAS ha inscrito a unos 1 millón 200 mil personas, ganando de entrada a los representantes de los otros seis frentes, FRI que postula al expresidente Carlos Mesa con 45.500, Demócratas del candidato Oscar Ortiz, 350 mil militantes, Panbol 127 mil firmas, el MNR, 120 mil inscritos y UCS que anotó 1.600 militantes.
De modo que los resultados de las primarias permitirán al MAS reconstruir su relato discursivo y apelar a esa legitimidad que tanto le hace falta, para afirmar “Bolivia dijo Sí”.
Inclusive, sin necesidad de acudir a ese argumento del empate técnico cada que pierden en las urnas, podrán comparar esos resultados con la votación del 21 de febrero del 2016 y decir que han sobrepasado de lejos, esos resultados de algo más del 51% de los votos del No, y le dieron tunda a la oposición que ha caído otra vez, en otra trampa envolvente y está llamando a no asistir a las urnas.
Y así será la historia y Bolivia dirá Sí, y en diciembre escribiremos los versos mas tristes de la muerte de la democracia porque tenemos a todo el aparato estatal apostando por “el Sí camuflageado” del que habla Arjona, y Evo volverá, no sabemos por cuantos años mas, y serán millones. ¿O haremos algo para escribir esta crónica con la letra de la canción de la cantante argentina, Mercedes Sosa, “Cambia, todo cambia”…