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Actualmente estamos en camino a un nuevo orden mundial, donde existen dos grandes bloques en disputa, estos son: el bloque occidental liderado por EEUU, que se encuentra en decadencia y el otro bloque oriental liderado por China acompañado por Rusia y otros países (India, Irán, Paquistán y otros más), quienes buscan la caída de los petrodólares para fortalecer el yuan, los rublos y/u otras monedas que se encuentren respaldados con el patrón oro (Ej.: los países Brics ya están hablando de un sistema de comercio único basado en oro).
Advirtamos que la guerra interna en Ucrania, data del 20 de febrero de 2014 a la fecha, llevando más de ocho (8) años; y, la reciente abusiva invasión rusa a Ucrania con la correspondiente contienda bélica (24 de febrero de 2022) lleva en este momento casi dos (2) meses.
Todo esto, es lamentablemente otro ejemplo más, sobre la metodología histórica de lo que se ha denominado las guerras híbridas de aproximación o guerras indirectas (Ej.: las ocurridas anteriormente en Corea, Siria, Afganistán, Irak, Yemen, etc.), es decir, es el juego macabro donde resulta que las potencias, hacen su pulseada entre ellos en un “patio ajeno”, donde quienes ponen los muertos y heridos en mayor cantidad (en este caso) es el pueblo ucraniano como país subdesarrollado acompañado de la destrucción de su infraestructura. Bajo esta perspectiva, Ucrania no gana nada, pues lastimosamente ella estará cada vez más pobre, en desgracia y les llevará tiempo poder reconstruir dicho país.
Cabe mencionar que la actual guerra es multisectorial, tanto de forma recíproca (en ambos lados) como descarada, pues no sólo es guerra bélica también lo es económica, financiera, mediática y cultural.
Ante esta situación, debemos aprender de la experiencia ajena pues lo ideal es que los gobiernos de los países sudamericanos no debamos comprarnos pleitos ajenos ni tomar partido por ninguna de las potencias de los bloques en conflictos ni convertirnos en el patio trasero de las disputas de gigantes.
No puede ser que en Sudamérica sigamos con las mismas letanías históricas de siempre, de estar fanatizados y ensimismados en pleitos dogmáticos polarizados entre “derechas e izquierdas”, discusiones maniqueístas sobre buenos y malos, alimentando internamente en cada país, el ego frívolo de sus habitantes, esforzándose éstos con fines de vanidad y de avaricia para demostrar el “exitismo” individualista y/o de grupitos ranqueados cuyos componentes llevan consigo un enorme rollo de buscar mostrarse como los más destacados, los más influyentes por la cantidad de seguidores (que tienen o dicen tener), dándose ínfulas de ser mejores que otros y siendo instrumentalizados para propagandas comerciales con fines económicos de distracción sectorial y social en general; cuando resulta que en realidad, las grandes potencias mundiales están en otra dirección, esto es, de conseguir sus propios intereses y negocios, mientras todo lo demás (aquel pernicioso debate de mejores y peores, de malos o buenos, de envidias entre desdichados y países pobres, etc.) son utilizados para incentivar que los pueblos se distraigan, se mantengan mal informado y totalmente manipulado.
Todos los extremos son perjudiciales (sean de orden religioso, dogmático, político, etc.), lo importante es no perder el sentido común.
Se debe dejar de lado, aquella falsa creencia de que, porque algo lleva por rótulo de “científico”, ésta será una verdad absoluta (peor si se pretende justificar con ello puros caprichos y engreimientos) o tan sólo se viene repitiendo lo mismo porque es la teoría que está de moda, cuando todo en realidad está sujeto al pensamiento crítico, reflexivo, analítico y creativo. No se debe caer en fanatismos ni radicalismos del modelo que sea.
Como país y como Continente Sudamericano, debemos dejar de estar “distrayéndonos” y “destruyéndonos” con el cuento de “derechas e izquierdas” y de andar alimentándonos internamente del ego frívolo basado en el puro exitismo.
El camino no es ese, sino el de una auténtica unidad como país y como Continente, que contenga verdaderamente “gente de valor”, no atestados de personas hinchadas de ego y embelesadas con el humo del supuesto exitismo acompañado de todo aquel rollo antes mencionado.
Lo peor que puede pasar, es que el patio trasero de contiendas entre potencias que se encuentra ahora en Europa luego se traslade a nuestro continente; y, para evitar ello, los políticos y los gobiernos de turno de los países sudamericanos no deben caer en los absurdos y contraproducentes extremos, de ser “ultra derechas” o “extrema izquierdas” (que ambos sólo copian lo que les dicen, no analizan y bajo ese fanatismo dogmático, toman pésimas decisiones).
Esos dislates deben acabar. Llevamos siglos con eso (comprándonos pleitos ajenos plagados de fanatismos y radicalismos intrascendentes), y el resultado es que seguimos siendo los mismos e históricos subdesarrollados de siempre perdiendo las oportunidades para auténticamente mejorar.
Ya es hora de pensar diferente, pues como bien sabemos, locura es hacer lo mismo, una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes.
En ese sentido, deberíamos ser más pragmáticos, recoger lo mejor de cada modelo, sin descender en los extremos, esto es, tomar lo mejor del capitalismo para generar riquezas, hacer crecer nuestra economía, invertir en innovación, industria y tecnología, hacer negocios formales con todo el mundo, creando la “marca calidad Latinoamérica” para exportar a los demás continentes, etc.; y, por el otro lado, mayor solidaridad, evitar las élites privilegiadas; soslayar de que no existan muchas cifras macroeconómicas pero escasas e insuficientes cifras microeconómicas; respetar las leyes pero sin caer en un estatismo autoritario dictatorial y mafioso, basados siempre en la ética pública, profesional, individual, el trabajo honesto y el respeto de los DDHH.
Cuba, por ejemplo, que era el paradigma de las izquierdas, ya no puede ser un anacronismo en el mundo, y periódicamente surgen más rechazo interno que promueve al viraje hacia el centro y no aferrarse en el extremo. Chile que era el paradigma de las derechas ahora está dando un giro y esperemos que no se vaya hacia los extremos.
Como vemos, es el momento de entender que nada bueno trae consigo seguir con aquel repertorio intolerante e intransigente de polarización hueca, fanática y dogmática de “derechas e izquierdas”, donde internamente el país vive dividido, incomprendidos entre bolivianos, más distraídos en mostrarnos exitistas frente a los demás, enfrentándonos unos a nosotros, discriminando y autodestruyéndonos por jactancias, angurria al dinero, multiplicando la corrupción, la informalidad delincuencial, la criminalidad, entre otras lacras sociales.
Es menester dar un paso hacia un pensamiento propio y constructivo en unidad como bloque Latinoamérica, desarrollar una mentalidad propia basada en la política de la neutralidad frente a las luchas de potencias (no adquirir pleitos ajenos), incentivando los talentos que se tiene, compartiendo conocimiento y experiencia, dejar de ser fanáticos maniqueístas ni permitir que políticos extremistas asuman el poder político para esclavizar a sus pueblos, y para ello, debemos empezar por respetarnos nosotros mismos, como países y también de forma individual como ciudadanos de este mundo, dejando de lado, aquella mala práctica entre latinos, de andar comparándonos y burlándonos de nuestras propias miserias, cada vez siendo menos civilizados, en vez de dedicarnos a trabajar, a invertir en tecnología, en hacer industria juntos entre todos los latinoamericanos, que conlleven a consolidar una marca latinoamericana fuerte.
Si no existe ese respeto y cambio de mentalidad, como país, seguiremos en ese ridículo círculo vicioso de contiendas internas, perdiendo el tiempo autolesionándonos, empobreciéndonos, llenándonos de gente “exitista” sin importar los valores éticos morales, desperdiciando y no produciendo “gente de valor”, que eso es lo que requiere todo país y todo continente en este mundo, para mejorar y salir de su histórico letargo y retraso.