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Cuando el cuerpo médico tiene el diagnóstico del paciente, una vez concluidas las pruebas pedidas, se pasa al dictar el tratamiento, con las advertencias al paciente, de que no hacerlo, tendrá consecuencias no deseadas. Esto se pone en conocimiento de la familia y la responsabilidad de los médicos termina ahí.
Lo mismo sucede con el diagnóstico que varios economistas hicimos durante muchos años. Advirtiendo que, de no tomarse las medidas adecuadas, la salud de la economía iba a ingresar a una fase que sólo la cirugía podría.
El diagnóstico fue: déficit fiscal insostenible, tipo de cambio apreciado, alto nivel de endeudamiento y caída aguda de las exportaciones de gas, con pérdida de las reservas internacionales.
El tratamiento aconsejado fue: reducción del déficit fiscal, gradual o de shock, tipo de cambio único flexible, administrado por el BCB, prohibición al BCB de otorgar crédito al sector público apertura irrestricta del comercio exterior para exportar e importar, con disminución de aranceles y tributos al mínimo necesario, y negociaciones con el FMI para equilibrar la balanza de pagos.
La advertencia que se hizo. De no tomar estas medidas, el déficit crecerá, la emisión de dinero inorgánico también, la perdida de reservas internacionales producirá escasez de divisas, esto golpeará a la oferta de bienes y servicios y luego producirá su paralización gradual y progresiva. Al mismo tiempo la importación con subvención a los combustibles será imposible de sostener, lo mismo que el pago de bonos sociales y financiamiento a las empresas públicas deficitarias.
Bajo esta situación el endeudamiento externo es muy difícil de conseguir y la credibilidad externa se horada dejando a la economía aislada.
El impacto social será duro. La elevación de precios sostenida disminuirá el poder adquisitivo de los ingresos con las protestas consiguientes. El comercio de bienes y servicios se irá reduciendo y, sus actividades, al mismo tiempo que se encarecen por una divisa cada vez más cara, disminuirán. La escasez de gasolina y diésel golpeará directamente a la actividad económica y si a esto le sumamos el GLP, gas que las familias usan para su sustento, el cuadro se enrarece.
Es un estado de colapso. Es un camino que por no haber tomado a tiempo el tratamiento adecuado, convierten la situación en delicada e impredecible.
La responsabilidad de quienes pudieron evitar los extremos señalados es enorme. Dejar que los más vulnerables sufran hambre y necesidades básicas, que la sociedad pague un costo tan alto es un acto de omisión muy grave.
Lo descrito en estas líneas, no pretende alarmar. Es simplemente describir lo síntomas que estamos sintiendo y sus consecuencias. La urgencia de parar la catástrofe producida es cada día mayor. Usted opine.