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El ministro de gobierno dice que la marcha que encabezó el cocalero Morales fue la "marcha de la muerte", pero el desenlace que se produjo confirmó que, de veras, se trató de una marcha fúnebre.
En noviembre de 2019, cuando el dictador renuncio y luego huyó del país perdiendo los calzoncillos, se murió el MAS.
Algo así había ocurrido el 4 de noviembre de 1964, cuando Víctor Paz Estenssoro renunció y partió, muy a prisa, a Lima.
Había muerto el MNR después de haber gobernado el país desde 1952. El error del abogado tarijeño había sido ir a la reelección en contra de los acuerdos con los otros líderes del partido.
Veinte años después, el doctor Paz volvió a la política con un proyecto totalmente diferente al de 1952, un proyecto contrario, opuesto. Ya no era el revolucionario, sino el estadista.
Dispuso que sean despedidos todos los trabajadores de una empresa estatal que él mismo había creado en 1953 después de expropiar los bienes de los tres barones del estaño, un cochabambino, un tupiceño y un judío.
Dijo Winston Churchill que quien no cambia de idea en su vida es incapaz de cambiar nada. Y los biólogos recuerdan que la víbora que no ha cambiado de piel se muere.
En 1985, veinte años después de haber aplicado la revolución del 9 de abril y haber nacionalizado las minas y repartido las tierras, Paz Estenssoro creía en la propiedad privada.
Ahora, en este ejercicio en que las cosas se repiten en la historia casi de manera aburrida, el cocalero Morales quiere volver a la presidencia y no sabe para qué.
Cuando acabó su marcha fúnebre comprobó que los paceños lo miraban con indiferencia, con desprecio, con repudio, y que su tiempo había pasado.
Pero quiere volver a la presidencia, quizá para culminar su propósito de aumentar al máximo los cultivos de coca, algo que cumple al pie de la letra desde 2006. Es que su intelecto no da para más y sólo piensa en la coca y sus derivados, sobre todo ahora que el negocio de la diosa blanca está en manos de una poderosa transnacional.
Paz Estenssoro, en 1985 volvió para aplicar medidas opuestas a las de 1952 y despedir, para comenzar, a los trabajadores de la empresa estatal de la minería que había creado cuando expropió las minas de estaño.
El cocalero, en cambio, no tiene ese tipo de conflictos ideológicos; es monotemático. Sus neuronas no dan para más.
En este momento sólo quiere que los incendios crezcan porque así aumentan los cultivos de coca. La marcha que encabezó tuvo el propósito de desviar la atención de todo el país, mientras las llamas seguían avanzando.
No fue la marcha de la muerte, ni la marcha triunfal, como la que soñó Rubén Daría, fue la marcha fúnebre de un partido que murió el 11 de noviembre de 2019.
Siglo21bolivia.com