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El gobierno de Rodrigo Paz enfrenta su prueba de fuego más crítica apenas a un mes de haber asumido el mando. El anuncio del Decreto Supremo 5503, que elimina la subvención a los combustibles —el temido "gasolinazo"—, ha encendido las alarmas en todo el país. La capacidad del Ejecutivo para sortear las medidas de presión se pone a prueba frente a sectores clave como el transporte, los gremiales y los mineros, cuya reciente marcha en La Paz fue, paradójicamente, abucheada por una población agotada del conflicto, mientras el ala "evista" intenta capitalizar el desorden con un claro trasfondo de desestabilización.
Sin embargo, el frente más peligroso para el presidente parece estar en su propia casa. El vicepresidente Edmand Lara se ha posicionado como el principal crítico interno de la medida, generando una crisis de gobernabilidad sin precedentes. Su postura es de desmarque total: acusa a Paz de traicionar las promesas electorales y de abrazar un modelo "neoliberal" que golpea directamente la canasta familiar.
Pero, ¿cómo llegamos a este abismo y cómo salir de él? Esta historia tiene tres protagonistas definidos: Evo Morales, quien creó las condiciones; Luis Arce Catacora, quien administró el agotamiento; y Rodrigo Paz, quien hoy propone un cambio drástico pero doloroso.
Evo Morales, el arquitecto de la imprevisión, se le atribuye la responsabilidad estructural. Durante su largo mandato (2006-2019), Bolivia gozó de una bonanza gasífera histórica, pero se cometieron errores que hoy pasan factura. Se priorizó la extracción inmediata para financiar bonos y obras de impacto visual, descuidando la exploración de nuevos yacimientos. El resultado fue fatal: la producción de gas cayó a la mitad. A esto se suma un gasto público expansivo que dio inicio a un déficit fiscal que ya arrastramos por 11 años, junto a un estatismo rígido que parió empresas públicas deficitarias dependientes del subsidio.
Luis Arce, el administrador del agotamiento, calificado como el ideólogo del “Modelo Económico Social Comunitario Productivo”, se convirtió en el gestor de un motor que se quedó sin combustible. Bajo su presidencia, las Reservas Internacionales Netas (RIN) se desplomaron a niveles críticos, disparando la escasez de divisas. Su mayor pecado fue la resistencia al ajuste: prefirió mantener un tipo de cambio fijo artificial hasta que el mercado paralelo estalló, evitando tocar los subsidios por un cálculo político que solo postergó la agonía.
Rodrigo Paz, el giro de 180 grados, Paz surge como un actor externo a este desastre, intentando capitalizar el descontento con un "sinceramiento" de la economía que ataca los pilares del modelo anterior. No obstante, la herencia recibida le deja un margen de maniobra minúsculo. Aunque ganó con un sólido 54.9%, la calle no le da tregua. El éxito de su gestión —y la supervivencia de su mandato— dependerá de una carrera contra el reloj: ¿llegará el flujo de dólares y la estabilidad económica antes de que el malestar social y la fractura con su vicepresidente lo terminen por desbordar?
* Periodista y docente universitario