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El presidente Luis Arce propuso en la reunión del BRICS la creación de un fondo para ayudar a los países que hubieran sido afectados por catástrofes.
Cuando volvió a Bolivia admitió, sin mostrar sentimientos de culpa, que su gobierno no puede garantizar la provisión normal de gasolina y diésel.
En casi 20 años, su partido había hecho lo necesario para acabar con la "Bolivia saudí" que en 2005 estaba a punto de exportar gas natural a EEUU y México.
Ahora, los demasiados candidatos opositores a la presidencia no tienen la menor idea de las medidas que hacen falta para sacar a Bolivia de la peor crisis de su historia.
La catástrofe, en este caso, había consistido en la llegada de un gobierno inepto, pero sobre todo corrupto, que traía bajo el poncho un proyecto inconfesable: imponer la economía ilegal.
En eso ha sido muy eficiente, porque ahora la producción de droga ha llegado al altiplano, donde los viveros de marihuana, a cargo de narco-ayllus, cultivan plantines que son llevados al Chapare para madurar.
Y, en la otra dirección, la geografía del narcotráfico atraviesa el departamento de Santa Cruz, donde los asaltos a tierras privadas se dan en un corredor que parte del Chapare y culmina en San Matías, la frontera con Brasil.
Miles de avionetas llevan la "merca" a los países vecinos, de tal modo que sean cubiertos los mercados del Atlántico y del Pacífico, como si todo fuera ordenado por una transnacional.
Unas 6.001 dragas operan en los ríos de la región amazónica, todas de chinos o "cooperativas", formando parte de la minería ilegal.
La economía legal ha sido exterminada, comenzando por la industria petrolera y el agro ha sido atacado por los avasalladores que, ahora se sabe, actúan en coordinación con el INRA, oficinas donde las tierras asaltadas son declaradas, de inmediato"fiscales" o "no saneadas".
El norteamericano Mark Falcoff había dicho en 2005 que los países no se suicidan, pero que Bolivia podía ser la excepción y, a partir de ese criterio, lanzó el presagio de que la geografía política de Sudamérica cambiaría cuando el territorio boliviano haya sido absorbido por los vecinos.
La destrucción ha sido un éxito. No queda nada en pie.
Los candidatos que se proponen desplazar al partido de la destrucción no tienen ideas claras porque saben que la tarea es demasiado grande.
Quizá la idea de pedir ayuda internacional, una especie de Plan Marshal, aduciendo que, de veras, el país ha sido víctima de una catástrofe, pueda servir. En algo habría acertado Luis Arce.
Siglo21bolivia.com