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El politólogo estadounidense de origen japonés, Francis Fukuyama escribe el libro: “El fin de la historia y el último hombre”, que expone la tesis que “la historia como lucha de ideologías ha terminado con un mundo final basado en una democracia liberal; que se interpreta como el final de las luchas sangrientas y las revoluciones por un pensamiento que privilegie la estabilidad económica, el Estado de Derecho y la paz social por encima de todo. Y la pregunta es, si en este 2025 que lo tenemos en el umbral, los bolivianos estamos dispuestos a experimentar este ensayo que ha sido traducido a 20 idiomas y que se encuadra en el pensamiento de muchos líderes políticos del mundo, empezando por Simón Bolivar como un referente anterior y a nuestro vecino argentino, Javier Milei, en la actualidad.
El autor defiende reformas en lo económico y lo político. Es vital una apertura internacional, traducida en la globalización, que le dé competitividad al mercado interno; además, es fundamental que existan libertades políticas y se eviten los gobiernos autoritarios o represivos. En la economía, el Estado debe desempeñar un papel mínimo, permitiendo que el capital privado se mueva con la mayor libertad jurídica posible.
Define al liberalismo como una doctrina política, social y económica, que defiende la libertad individual, la igualdad ante la ley y la limitación de los poderes del Estado. En lo económico propugna la iniciativa privada y el libre mercado y como actitud vital propone la tolerancia.
En Bolivia se trata de un giro de 360 grados en el que tendríamos que aceptar que el Socialismo debe ser sepultado por el fracaso económico en el que ha dejado a Bolivia desde el 2006, prácticamente con nivel cero de reservas internacionales después de tener $us14 mil millones, una deuda interna y externa que supera $us25 mil millones y un déficit fiscal del 12%, que implica que el Estado gastó poco más de $us5.000 millones, por encima de los ingresos percibidos y que han dejado a nuestro país con una inflación del 12%, por la escalada de precios de la canasta familiar, la ausencia de divisas y las largas colas por combustible.
Y porque significaría que después de 19 años, -interrumpido en el 2019 por un año de gobierno de Jeanine Añez- también del fin del Socialismo, como sistema político impulsado desde el 22 de enero 2006 por Evo Morales, quien dijo haber llegado para gobernar por 50 años y quien ahora luce desmejorado tratando de ignorar un mandamiento de aprehensión en su contra y despojado de la sigla MAS, por su “hermano del alma”, como le decía, al actual presidente Luis Arce.
Alineados con el pensamiento de Fukuyama aparecen ahora como contrincantes,los expresidentes del Neoliberalismo, Jorge Quiroga y Carlos Mesa; unidos con el ex ministro de Gonzalo Sanchez de Lozada, Samuel Doria Medina y reforzados con el gobernador electo de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, dispuestos a dar pelea al Socialismo que pretende dar continuidad al modelo con la reelección de Luis Arce a o con el presidente del Senado, Andrónico Rodriguez, como figura emergente del Chapare cocalero.
De ese modo es que este 17 de agosto del 2025 elegiremos al presidente No. 68 y hacia allá caminamos los bolivianos releyendo los ocho procesos políticos que hemos vivido en estos casi 200 años de vida, desde la era de los Libertadores, Conservadores, Liberales, Republicanos socialistas, Revolución de 1952, dictadura militar de la Operación Condor, el Neoliberalismo y el Movimiento al Socialismo con la llegada de Morales hasta Luis Arce
Y con la esperanza que si hay cambios de modelo, no se repitan episodios oscuros como la privatización que terminó con la venta de las empresas estatales a precios de gallina muerta, el loteamiento de los ministerios, el ofrecimiento de 500 mil empleos, que por el contrario fueron despidos o la estafa que sufrimos con las AFP, hoy Gestora, que calculan nuestra esperanza de vida en 110 años para devolvernos nuestros aportes de jubilación. Por eso los bolivianos estamos condenados a mirar nuestra historia, porque como dicen, 'Quienes no pueden recordar su historia están condenados a repetirla'…
* Periodista